Viajé hasta Marrakech con el deseo de visitar Tinmel y Agmat, a unos treinta kilómetros de la capital a fin de conocer las tumbas de los reyes de taifas de Sevilla y Granada: al-Mutamid y Abd-Allah. Todavía recordaba con claridad las memorias del rey granadino, traducidas por Emilio García Gómez con su peculiar estilo. Pero el destino quiso que estos adversarios en vida, fueran vecinos eternos gracias al cautiverio de su verdadero enemigo, Yusuf ibn Tasfin.
Yusuf ibn Tasfin, (1061-1106) creció entre dunas y camellos. No hablaba apenas el árabe y
representaba el verdadero modelo de hombre piadoso, alejado de relajadas
costumbres y convencido de la necesidad de islamizar los clanes bereberes que
poblaban el Magreb.
Entre los años que van entre 1062 y
1106, Tasufin apareció como líder indiscutible del Islam Occidental, creador
del imperio y de la doctrina almorávide que él mismo consolidó legándolo a su
sucesor. En veinte años, consiguió dominar el Magreb gracias a sus aptitudes
como estratega militar y de perfil de hombre muy religioso y rigorista. Con la oportunidad que le supuso la batalla de Zallaqa
(1086), decidió aprovecharse de las luchas intestinas de los reyes de taifas
andalusíes para ir destronando a cada uno de ellos (Granada, Málaga, Almería,
Sevilla, Badajoz y Valencia.)
Tal y como refiere Richard Fletcher, los
nuevos gobernadores almorávides no fueron demasiado apreciados en Al-Andalus ya
que se presentaron como libertadores, pero se comportaron como conquistadores. La
presencia de estos hombres venidos del desierto resultaba poco habitual a los
andalusíes ante los cuales había que inclinarse. Su atuendo que velaba casi los
ojos, provocaba una actitud amedrentante a aquellos con los que se cruzaban por
las calles de las ciudades. Se abre, pues, un período
en el que sin embargo terminaron produciéndose intercambios en ambos sentidos.
Si los almorávides, se sedentarizan echando raíces en el Magreb, al-Andalus se
berberiza adoptando nuevas costumbres en la mesa, el atuendo, el habla y hasta
en los púlpitos de las mezquitas.
Yusuf ibn Tasufin
estableció corte en Marrakech y viendo la muerte venir, regresó a la península en
el año 1102 para nombrar a su hijo Ali ibn Yusuf sucesor del imperio almorávide
y gobernador de al-Andalus en Córdoba, que durante este corto periodo volvió a
ser capital. A los pocos años Ibn Tasfin murió víctima de una larga enfermedad
tras haber sido reconocido por el califa abassí de Bagdad.
Pero el tiempo,
infatigable y atroz, cambia el curso de la historia aniquilando, poderes,
imperios, sociedades, borrando incluso testimonios. Sin embargo como una rosa
sedienta en el desierto, en medio de un entorno extraño e inconexo, la tumba de
Ibn Tasufin sobrevive aún en Marrakech, a pesar de pasar desapercibida.
Aunque finalmente no
logré desplazarme hasta Agmat para visitar los mausoleos de los reyes
andalusíes apresados por el sultán almorávide, terminé descubriendo su tumba que
se hallaba no demasiado lejos de la Kutubiyya, cruzando la Avenida Houmman
al-Fetouaki.
Me costó trabajo
localizarla ya que no venía en ningún plano. Sólo teniendo una conversación con
un ciudadano, éste terminó indicándomela. En medio de una calle, donde paran
autobuses y pasan a toda velocidad ciclomotores y automóviles, pude divisar
algo parecido a una qubba, bien camuflada entre talleres de automóviles, locales
destartalados. En la fachada, sólo
quedaba un cartel que indicaba su nombre y curiosamente, un número de teléfono,
probablemente para concertar la visita al catafalco.
Pero volvamos nuevamente al siglo XII, y al momento en el que su sucesor, Ali ibn Yusuf, (1084-1143) tomó el poder, período muy complejo por el avance de los reinos cristianos sobre al-Andalus, que obligó a que gran parte de sus ciudades reforzaran sus fortificaciones como la cerca de Sevilla, las murallas de Marrubial en Córdoba, Niebla y otras urbes. Ali ibn Yusuf ordenó la ampliación de los baños califales con espacios abiertos a un jardín, de igual modo mandó reparar la "noria" probablemente la Albolafia
Por otro lado la población andalusí comenzó a rebelarse contra el dominio político producido por el fuerte contraste social y cultural existente entre la sociedad autóctona y los bereberes norteafricanos. Un gobernador, Zubayr ibn 'Umar al-Mulattin edificó una gran almunia en los alrededores de la ciudad, hacienda muy conocida por la calidad de sus almedros.
Pero, precisamente en el año 1121, Córdoba vive una auténtica revuelta producida entre una mujer y un soldado almorávide que acabó con la expulsión del gobernador local y el saqueo de su palacio. Los alfaquíes cordobeses evitaron un verdadero baño de sangre al frenar un contingente que el emir tenía previsto enviar a la capital andalusí.
Lejos de pormenorizar, sonadas campañas, avances y retrocesos en la expansión territorial de al-Andalus, tal y como relatan las principales crónicas, nos interesa conocer el trasvase del arte andalusí a la actividad edificatoria de las ciudades magrebíes. Artistas andalusíes intervinieron en la planificación y decoración de edificios almorávides, exportando paradigmas califales a la Qubba al-Barudiyyin de Marrakech.
El sultán Ali Ibn Yusuf “hizo venir de Córdoba, artesanos que construyeron o restauraron un gran número de edificios en Fez” y ampliaron la mezquita al-Qarawiyin embelleciéndola con seis cúpulas de mocárabes y nervaduras que contenían yeserías de ataurique. De allí también vinieron los capiteles del mihrab y de la qubba y el gusto por el entrecruzamiento de los arcos.
Pero volvamos nuevamente al siglo XII, y al momento en el que su sucesor, Ali ibn Yusuf, (1084-1143) tomó el poder, período muy complejo por el avance de los reinos cristianos sobre al-Andalus, que obligó a que gran parte de sus ciudades reforzaran sus fortificaciones como la cerca de Sevilla, las murallas de Marrubial en Córdoba, Niebla y otras urbes. Ali ibn Yusuf ordenó la ampliación de los baños califales con espacios abiertos a un jardín, de igual modo mandó reparar la "noria" probablemente la Albolafia
Por otro lado la población andalusí comenzó a rebelarse contra el dominio político producido por el fuerte contraste social y cultural existente entre la sociedad autóctona y los bereberes norteafricanos. Un gobernador, Zubayr ibn 'Umar al-Mulattin edificó una gran almunia en los alrededores de la ciudad, hacienda muy conocida por la calidad de sus almedros.
Pero, precisamente en el año 1121, Córdoba vive una auténtica revuelta producida entre una mujer y un soldado almorávide que acabó con la expulsión del gobernador local y el saqueo de su palacio. Los alfaquíes cordobeses evitaron un verdadero baño de sangre al frenar un contingente que el emir tenía previsto enviar a la capital andalusí.
Lejos de pormenorizar, sonadas campañas, avances y retrocesos en la expansión territorial de al-Andalus, tal y como relatan las principales crónicas, nos interesa conocer el trasvase del arte andalusí a la actividad edificatoria de las ciudades magrebíes. Artistas andalusíes intervinieron en la planificación y decoración de edificios almorávides, exportando paradigmas califales a la Qubba al-Barudiyyin de Marrakech.
El sultán Ali Ibn Yusuf “hizo venir de Córdoba, artesanos que construyeron o restauraron un gran número de edificios en Fez” y ampliaron la mezquita al-Qarawiyin embelleciéndola con seis cúpulas de mocárabes y nervaduras que contenían yeserías de ataurique. De allí también vinieron los capiteles del mihrab y de la qubba y el gusto por el entrecruzamiento de los arcos.
Cúpula de la Qubba al-Barudiyyin de Marrakech. Inspirada en la cúpula gallonada de la maqsura de la mezquita aljama de Córdoba. Qubba Barudiyyin de Marrakech. Exterior. | |
De
un taller, también de Córdoba, probablemente de un artesano o submaestre
llamado Aziz, salió una de las más laboriosas obras cumbres del arte mueble
andalusí e islámico:
El almimbar que Ali Ibn Yusuf encargó en un principio para la mezquita al-Qarawiyin de Fez pero que luego se ubicó en la gran mezquita de Marrakech, situada en alcázar destruido después por los almohades.
Dicha obra fechada entre los años 1131 y 1145 no era sino una especie de cátedra con varios escalones, donde el predicador (jatib) se situaba en los peldaños inferiores ya que el asiento se reservaba simbólicamente al profeta Mahoma. “Al-Hulal al-mawsiyya”, una fuente tardía del siglo XIV refiere que el almimbar era de una consumada perfección estando fabricado con piezas de madera, sándalo rojo, amarillo con ornamentos metálicos (de oro y plata).
El almimbar que Ali Ibn Yusuf encargó en un principio para la mezquita al-Qarawiyin de Fez pero que luego se ubicó en la gran mezquita de Marrakech, situada en alcázar destruido después por los almohades.
Dicha obra fechada entre los años 1131 y 1145 no era sino una especie de cátedra con varios escalones, donde el predicador (jatib) se situaba en los peldaños inferiores ya que el asiento se reservaba simbólicamente al profeta Mahoma. “Al-Hulal al-mawsiyya”, una fuente tardía del siglo XIV refiere que el almimbar era de una consumada perfección estando fabricado con piezas de madera, sándalo rojo, amarillo con ornamentos metálicos (de oro y plata).
Almimbar producido y encargado en Córdoba por el sultán almorávide Ali ibn Yusuf ibn Tashfin. |
En
realidad se emplearon más de cien piezas desmontables de selectas maderas como cedro,
boj o azufaifo con una prodigiosa talla de elementos vegetales e incrustaciones
de marfil pintado de verde con tonos dorados. Todas ellas fueron transportadas
hasta constituir una cátedra de nueve escalones con ruedas que alcanza casi
cuatro metros de altura.
El fastuoso alarde de su
minuciosidad sorprende, ya que cada una de las tabicas de marquetería son
diferentes si bien recuerdan a la técnica empleada en cajas, arquetas y botes
de marfil omeyas. Sin embargo sus labrados,
cinceladuras y viva policromía superan a dichos objetos
convirtiendo a esta obra única en su género. El ataurique se enreda y
complica bajo arquerías polilobuladas y fajas de motivos geométricos complejos
y regulares alrededor de lacerías de ocho. Por otro lado, la epigrafía
testimonia la ejecución con textos coránicos y fórmulas votivas.
Su
esplendor seguramente llegó a sorprender al sultán almohade Abd al-Mumin que a
pesar de saquear la mezquita y el alcázar almorávide salvó esta pieza cumbre del
siglo XII para ser luego emplazada en la mezquita Kutubiya hasta los años
sesenta del siglo XX.
Detalles de motivos decorativos del almimbar. Palacio al-Badi. Marrakech |
No obstante, el deplorable estado de conservación llevó a que el reino de Marruecos firmara un
convenio con el departamento de arte islámico del Museo Metropolitan de Nueva
York para su restauración.
Y
desde la tristeza que provoca la pérdida de una oportunidad de cooperación
entre España o Andalucía con Marruecos en pro la rehabilitación de este patrimonio común, yo contemplaba
dicha obra cumbre en una de las salas del Palacio al-Badi de Marrakech ante
estrictas medidas de seguridad. Un
almimbar que no sólo simboliza el trasvase artístico durante la época
almorávide sino que constituye un testimonio inigualable de la magnificencia
andalusí en el Magreb.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
BLOOM, J. M., et al. The Minbar from the Kutubiyya Mosque,
Nueva York, The Metropolitan
Museum of Art, 1998.BOSCH VILA, J. Los almorávides.
Granada. Servicio de Publicaciones de la Universidad. 1995. DOODS (ed),
JERRILYNN, D. Al-Andalus. Las artes islámicas en España. 1992. FLETCHER, R. La España musulmana.University of
California Press, 1992.GUICHARD, P. De la expansión árabe a la
reconquista : Esplendor y fragilidad de Al-Andalus. Granada
Fundacion Legado Andalusí, 2002. HERNANDEZ JIMÉNEZ, F., “El almimbar móvil del siglo
X del la mezquita de Cordoba”, Al
Andalus, 1959, 24. IBN IDHARI, Al-Bayan al-mughrib.III Parte..Trad.
A. Huici Miranda. Valencia, 1963.TERRASSE,H. “Chapiteaux
omeiyades d’Espagne á la mosquée d’al-Qarawiyyin de Fés”. Al-Andalus.
28:1.(1963)VIGUERA, M, J. Los reinos de taifas y las
invasiones magrebíes : Al-Andalus del XI al XIII, Madrid, Mapfre, 1992.
©Virginia Luque Gallegos. Todos los derechos reservados. Citar el blog si se toma como referencia. Fotos del almimbar y detalles. Programa Euromed Al-Qantara.