BIENVENIDO/A

Espacio de relajación y reflexión, el diván tiene sus orígenes en la antigüedad al discurrir a largo de las paredes de las viviendas romanas más acomodadas y constituir en la arquitectura palaciega islámica una estancia privada común para el reposo y el deleite.

"El diván de Nur" viene a ser un lugar virtual para la catarsis que provocan enclaves, historias, vidas, ciudades, sitios y paisajes del mediterráneo.


Una mirada introspectiva, retrospectiva y exploratoria por al-Andalus, el Magreb y la diversidad cultural del Mare Nostrum de una historiadora en permanente búsqueda

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Córdoba y Marrakech.Trasvase artístico durante la época almorávide.


Viajé hasta Marrakech con el deseo de visitar Tinmel y Agmat, a unos treinta kilómetros de la capital a fin de conocer las tumbas de los reyes de taifas de Sevilla y Granada: al-Mutamid y Abd-Allah. Todavía recordaba con claridad las memorias del rey granadino, traducidas por Emilio García Gómez con su peculiar estilo. Pero el destino quiso que estos adversarios en vida, fueran vecinos  eternos gracias al cautiverio de su verdadero enemigo, Yusuf ibn Tasfin.  

Yusuf ibn Tasfin, (1061-1106) creció entre dunas y camellos. No hablaba apenas el árabe y representaba el verdadero modelo de hombre piadoso, alejado de relajadas costumbres y convencido de la necesidad de islamizar los clanes bereberes que poblaban el Magreb. 
Entre los años que van entre 1062 y 1106, Tasufin apareció como líder indiscutible del Islam Occidental, creador del imperio y de la doctrina almorávide que él mismo consolidó legándolo a su sucesor. En veinte años, consiguió dominar el Magreb gracias a sus aptitudes como estratega militar y de perfil de hombre muy religioso y rigorista.  Con la oportunidad que le supuso la batalla de Zallaqa (1086), decidió aprovecharse de las luchas intestinas de los reyes de taifas andalusíes para ir destronando a cada uno de ellos (Granada, Málaga, Almería, Sevilla, Badajoz y Valencia.) 

Tal y como refiere Richard Fletcher, los nuevos gobernadores almorávides no fueron demasiado apreciados en Al-Andalus ya que se presentaron como libertadores, pero se comportaron como conquistadores. La presencia de estos hombres venidos del desierto resultaba poco habitual a los andalusíes ante los cuales había que inclinarse. Su atuendo que velaba casi los ojos, provocaba una actitud amedrentante a aquellos con los que se cruzaban por las calles de las ciudades. Se abre, pues, un período en el que sin embargo terminaron produciéndose intercambios en ambos sentidos. Si los almorávides, se sedentarizan echando raíces en el Magreb, al-Andalus se berberiza adoptando nuevas costumbres en la mesa, el atuendo, el habla y hasta en los púlpitos de las mezquitas. 
Yusuf ibn Tasufin estableció corte en Marrakech y viendo la muerte venir, regresó a la península en el año 1102 para nombrar a su hijo Ali ibn Yusuf sucesor del imperio almorávide y gobernador de al-Andalus en Córdoba, que durante este corto periodo volvió a ser capital. A los pocos años Ibn Tasfin murió víctima de una larga enfermedad tras haber sido reconocido por el califa abassí de Bagdad.  

Pero el tiempo, infatigable y atroz, cambia el curso de la historia aniquilando, poderes, imperios, sociedades, borrando incluso testimonios. Sin embargo como una rosa sedienta en el desierto, en medio de un entorno extraño e inconexo, la tumba de Ibn Tasufin sobrevive aún en Marrakech, a pesar de pasar desapercibida.

Aunque finalmente no logré desplazarme hasta Agmat para visitar los mausoleos de los reyes andalusíes apresados por el sultán almorávide, terminé descubriendo su tumba que se hallaba no demasiado lejos de la Kutubiyya, cruzando la Avenida Houmman al-Fetouaki.
Me costó trabajo localizarla ya que no venía en ningún plano. Sólo teniendo una conversación con un ciudadano, éste terminó indicándomela. En medio de una calle, donde paran autobuses y pasan a toda velocidad ciclomotores y automóviles, pude divisar algo parecido a una qubba, bien camuflada entre talleres de automóviles, locales destartalados. En la fachada, sólo quedaba un cartel que indicaba su nombre y curiosamente, un número de teléfono, probablemente para concertar la visita al catafalco.




Tumba de Yusuf ibn Tasfin en Marrakech
Pero volvamos nuevamente al siglo XII, y al momento en el que su sucesor, Ali ibn Yusuf, (1084-1143) tomó el poder, período muy complejo por el avance de los reinos cristianos sobre al-Andalus, que obligó a que gran parte de sus ciudades reforzaran sus fortificaciones como la cerca de Sevilla, las murallas de Marrubial en Córdoba, Niebla y otras urbes. Ali ibn Yusuf ordenó la ampliación de los baños califales con espacios abiertos a un jardín, de igual modo mandó reparar la "noria" probablemente la Albolafia
Por otro lado la población andalusí comenzó a rebelarse contra el dominio político producido por el fuerte contraste social y cultural existente entre la sociedad autóctona y los bereberes norteafricanos. Un gobernador, Zubayr ibn 'Umar al-Mulattin edificó una gran almunia en los alrededores de la ciudad, hacienda muy conocida por la calidad de sus almedros.
Pero, precisamente en el año 1121, Córdoba vive una auténtica revuelta producida entre una mujer y un soldado almorávide que acabó con la expulsión del gobernador local y el saqueo de su palacio. Los alfaquíes cordobeses evitaron un verdadero baño de sangre al frenar un contingente que el emir tenía previsto enviar a la capital andalusí. 

Lejos de pormenorizar, sonadas campañas, avances y retrocesos en la expansión territorial de al-Andalus, tal y como relatan las principales crónicas, nos interesa conocer el trasvase del arte andalusí a la actividad edificatoria de las ciudades magrebíes. Artistas andalusíes intervinieron en la planificación y decoración de edificios almorávides, exportando paradigmas califales a la Qubba al-Barudiyyin de Marrakech.  
El sultán Ali Ibn Yusuf “hizo venir de Córdoba, artesanos que construyeron o restauraron un gran número de edificios en Fez” y ampliaron la mezquita al-Qarawiyin embelleciéndola con seis cúpulas de mocárabes y nervaduras que contenían yeserías de ataurique. De allí también  vinieron los capiteles del mihrab y de la qubba y el gusto por el entrecruzamiento de los arcos.

Cúpula de la Qubba al-Barudiyyin de Marrakech. Inspirada en la cúpula gallonada
de la maqsura de la mezquita aljama de Córdoba.


Qubba Barudiyyin de Marrakech. Exterior.


De un taller, también de Córdoba, probablemente de un artesano o submaestre llamado Aziz, salió una de las más laboriosas obras cumbres del arte mueble andalusí e islámico:  
El almimbar que Ali Ibn Yusuf encargó en un principio para la mezquita al-Qarawiyin de Fez pero que luego se ubicó en la gran mezquita de Marrakech, situada en alcázar destruido después por los almohades. 
Dicha obra fechada entre los años 1131 y 1145 no era sino una especie de cátedra con varios escalones, donde el predicador (jatib) se situaba en los peldaños inferiores ya que el asiento se reservaba simbólicamente al profeta Mahoma. “Al-Hulal al-mawsiyya”, una fuente tardía del siglo XIV refiere que el almimbar  era de una consumada perfección estando fabricado con piezas de madera, sándalo rojo, amarillo con ornamentos metálicos (de oro y plata).


 Almimbar producido y encargado en Córdoba por el sultán almorávide Ali ibn Yusuf ibn Tashfin.

En realidad se emplearon más de cien piezas desmontables de selectas maderas como cedro, boj o azufaifo con una prodigiosa talla de elementos vegetales e incrustaciones de marfil pintado de verde con tonos dorados. Todas ellas fueron transportadas hasta constituir una cátedra de nueve escalones con ruedas que alcanza casi cuatro metros de altura. El fastuoso alarde de su minuciosidad sorprende, ya que cada una de las tabicas de marquetería son diferentes si bien recuerdan a la técnica empleada en cajas, arquetas y botes de marfil omeyas. Sin embargo sus labrados, cinceladuras y viva policromía superan a dichos objetos convirtiendo a esta obra única en su género. El ataurique se enreda y complica bajo arquerías polilobuladas y fajas de motivos geométricos complejos y regulares alrededor de lacerías de ocho. Por otro lado, la epigrafía testimonia la ejecución con textos coránicos y fórmulas votivas.






Detalles de motivos decorativos del almimbar. Palacio al-Badi. Marrakech
Su esplendor seguramente llegó a sorprender al sultán almohade Abd al-Mumin que a pesar de saquear la mezquita y el alcázar almorávide salvó esta pieza cumbre del siglo XII para ser luego emplazada en la mezquita Kutubiya hasta los años sesenta del siglo XX.
No obstante, el deplorable estado de conservación llevó a que el reino de Marruecos firmara un convenio con el departamento de arte islámico del Museo Metropolitan de Nueva York para su restauración.

Traducción de la inscripción epigráfica que rodea el asiento del almimbar:
 “Este minbar fue fabricado en la ciudad de Córdoba, que Dios la proteja, para esta gran mezquita venerada, que Dios lo conserve junto con la palabra del Islam. Fue terminado…” El nombre de “Aziz”.

Y desde la tristeza que provoca la pérdida de una oportunidad de cooperación entre España o Andalucía con Marruecos en pro la rehabilitación de este patrimonio común, yo contemplaba dicha obra cumbre en una de las salas del Palacio al-Badi de Marrakech ante estrictas medidas de seguridad. Un almimbar que no sólo simboliza el trasvase artístico durante la época almorávide sino que constituye un testimonio inigualable de la magnificencia andalusí en el Magreb.


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
BLOOM, J. M., et al. The Minbar from the Kutubiyya Mosque, Nueva York, The Metropolitan Museum of Art, 1998.BOSCH VILA, J. Los almorávides. Granada. Servicio de Publicaciones de la Universidad. 1995. DOODS (ed), JERRILYNN, D. Al-Andalus. Las artes islámicas en España. 1992. FLETCHER, R. La España musulmana.University of California Press, 1992.GUICHARD, P. De la expansión árabe a la reconquista : Esplendor y fragilidad de Al-Andalus. Granada Fundacion Legado Andalusí, 2002. HERNANDEZ JIMÉNEZ, F., “El almimbar móvil del siglo X del la mezquita de Cordoba”, Al Andalus, 1959, 24. IBN IDHARI, Al-Bayan al-mughrib.III Parte..Trad. A. Huici Miranda. Valencia, 1963.TERRASSE,H. “Chapiteaux omeiyades d’Espagne á la mosquée d’al-Qarawiyyin de Fés”. Al-Andalus. 28:1.(1963)VIGUERA, M, J. Los reinos de taifas y las invasiones magrebíes : Al-Andalus del XI al XIII, Madrid, Mapfre, 1992.


©Virginia Luque Gallegos. Todos los derechos reservados. Citar el blog si se toma como referencia. Fotos del almimbar y detalles. Programa Euromed Al-Qantara.

jueves, 7 de noviembre de 2013

El ensanche de Tetuán: Síntesis de su historia arquitectónica*


Tetuán, como ciudad exportada, simboliza la huella física más importante de la presencia española en el Norte de Marruecos. Un examen exhaustivo de las principales construcciones y artífices de su Ensanche, nos hace que percibamos la imagen más exacta de las diversas arquitecturas española y europea que se prolongan e inscriben sobre suelo tetuaní. Igualmente, Tetuán conoció un proceso de continuidad arquitectónica, principalmente de Andalucía, donde el medievalismo islámico no fue asumido como un estilo colonial, sino como un reflejo de una de las variantes estilísticas que se proyectan en España, desde la segunda mitad del siglo XIX hasta los años treinta del siglo XX. Nada mejor para aproximarse a Tetuán que observarla desde la altura. Y ningún mirador a ras de cielo es más apropiado que el edificio La Equitativa, el inmueble más emblemático del ensanche. El horizonte abruma con una panorámica donde la línea aerodinámica del arquitecto Casto Fernández Shaw, impone su arquitectura futurista.
La medina está recluida en su recinto y más bien conservada, dispuesta a ser recorrida a pie, disfrutando de su escala humana, de su armonía, animada por sus asimetrías y quiebros que juegan con la percepción y los sentidos. Por su riqueza formal y por su llamativa estética, constituye una esplendida muestra de esa tipología urbana tan característica del mundo islámico con la que ha expresado la vitalidad de su vibrante vida ciudadana una sociedad en la que han alcanzado a integrarse, sin perder sus referencias andalusíes, las tradiciones culturales de árabes y magrebíes.

Medina de Tetuán. Mariano Bertuchi.







La medina tetuaní extiende así su laberinto de callecitas zigzagueantes a veces rebosantes de una intensa actividad comercial, edificada sobre una vertiente que va desde las alturas de la alcazaba, junto al arruinado cuartel de regulares y a las tumbas de los fundadores, hasta el vasto espacio sobre el que descansa la judería, no lejos del Feddan, la plaza de España que se abre ante el palacio Real y sirve de nexo entre la medina y el ensanche español. Pero el desconcierto inicial de quién pasea por la medina da paso poco a poco a la fascinación, caminar por el ensanche es ir descubriendo capas, pliegues, esquinas remotas de la historia.

Así es lo mejor del urbanismo español en el norte de Marruecos. Así es Tetuán, una mezcla de expresión de poder y fraternidad. Las huellas estilísticas inscritas y plasmadas en su espacio urbano y que dan forma a su arquitectura, reflejan todavía hoy las ambiciosas intenciones de los diferentes arquitectos y urbanistas españoles. 
El Tetuán español nos depara varios secretos arquitectónicos.
Se puede asegurar que no hay un estilo único y sí todo un conjunto de arquitectos con su propio estilo manifestado en la calidad de sus proyectos realizados en dicho espacio urbano.Los edificios públicos se distinguen por su excepción arquitectónica y su decorativa y simbólica suntuosidad, consolidando así el equilibrio del conjunto. 
En calidad de capital del Protectorado, Tetuán fue dotada de prestigiosos edificios situados todos en este nuevo barrio: el Ayuntamiento, el Palacio de Justicia, Correos –Sede del Instituto Cervantes– Hacienda, Asuntos Indígenas. 

Hasta la guerra civil, la altura de los edificios estaba estrictamente controlada, y las construcciones no sobrepasaban tres o cuatro plantas. La jerarquía y las dimensiones de las vías crearon una fluida e inteligente estampa visual. Así, la anchura de las calles, que oscila entre 12 y 15 metros, corresponde perfectamente a los tres o cuatro niveles de edificios.


Instituto Cervantes. Carlos Ovilo Castelo.



Hay un estilo único y sí todo un conjunto de arquitectos con su propio estilo manifestado en la calidad de sus proyectos realizados en dicho espacio urbano. Los edificios públicos se distinguen por su excepción arquitectónica y su decorativa y simbólica suntuosidad, consolidando así el equilibrio del conjunto. A pesar, a veces, de la simplicidad de las construcciones, cada edificio se inscribe dentro de una lógica de conjunto. El volumen, las proporciones, las formas y el decorado expresan la coherencia de los arquitectos. Ahí es donde reside el encanto de estas manzanas. 

Desde los años 20, Tetuán recobró los aspectos de una inmensa obra donde los constructores fueron experimentando diferentes corrientes de la arquitectura contemporánea. Junto al modernismo de José Gutiérrez Lescura, con su proyecto para el Pasaje Benarroch, destacamos una interesante y orientalismo que se manifestó en casi toda Europa. Fue el resultado del interés intelectual, científico y cultural por esta herencia durante el siglo XIX.


  Edificio modernista del Pasaje Benaroch. José Gutiérrez Lescura

































En Tetuán, las consecuencias del interés por el arte árabe condujeron a la promulgación del Dahir (decreto) de 1913 que ordenaba la protección total de las medinas. Por eso, la administración colonial estableció la Junta Superior de Monumentos Artísticos e Históricos en 1919. Los promotores de las primeras obras desarrollaron una arquitectura que no consideraban como exótica, debido a la proximidad de Andalucía. Incluso su presencia en Marruecos, y especialmente en una ciudad edificada por los andalusíes, hacía que estuviesen más atentos a las tradiciones hispanoárabes que pertenecían a la historia de los dos países.

La arabización no se limitó a los grandes monumentos, atravesó todos los tipos de vivienda y todos los niveles de la arquitectura: la estructura de los edificios, los materiales de construcción y, sobre todo, todas las formas decorativas. Este lenguaje fue empleado en los edificios como las mezquitas, el mercado, las escuelas, la estación de ferrocarril, los inmuebles administrativos y residenciales, el matadero y el teatro.

Algunos edificios parecen haber dado lugar sólo a meras aplicaciones de elementos decorativos o estructurales que proceden de la arquitectura musulmana, como las almenas, los minaretes, las torres de guardia, los arcos de herradura, o los elementos decorativos, tales como los azulejos, el estuco o la madera esculpida que fueron usados con la finalidad de alcanzar la plástica del arte nazarí. 
En los años 30, una nueva orientación de la estética se dibujaba y se concretaba en una visión más modernista, más sobria, mas concisa y relativamente despojada de la primera arabización. 
Edificios construidos en este lenguaje dan fe de una ponderación en el empleo de la ornamentación árabe. Nada de símbolos realistas, nada de signos que relaten la identidad de la forma, nada de repetición abusiva, la arabización se reveló más sutil y austera.

La corriente ‘art-déco’. La Segunda República vivió un corto periodo durante el cual proliferaron las ideas de modernidad y de progreso. Asimismo, en el área de las artes y de la arquitectura, una gran creatividad vanguardista europea conquistó España. Durante el periodo de 1936 a 1942, los arquitectos pertenecientes a la generación de 1925, fueron los promotores de la importación de estas formas arquitectónicas vanguardistas internacionales en Tetuán, transmitiendo la óptica art-déco. 
Múltiples ejemplos se encuentran en el Ensanche, donde prolifera una gran riqueza decorativa y una gran imaginación de los artesanos (maallems) en la elección de los motivos geométricos y florales omnipresentes en la madera, la escayola, la piedra, la cerámica o la forja de hierro.
Son edificios de tres o cuatro plantas que presentan unos elementos comunes: amplios soportales, galerías corridas en la planta superior, aleros realzados, líneas curvas de amplio despliegue, que ocupan amplios sectores de la fachada, balcones en saliente rompiendo la línea recta con aleros semicirculares sostenidos por columnas, paños de fachada realzados en octógonos.

La corriente neoherreriana. Una vez finalizada la guerra civil española, el régimen de Franco llevará a cabo en el Marruecos jalifiano una uniformidad estilística que vendrá a reforzar la imagen de reconstrucción nacional, partiendo del hecho de desestimar todo aquello que el periodo republicano había realizado.

Aparece una arquitectura herreriana, rotunda, monumental, plagada de frontones, de columnas y de paramentos encalados en la que resaltan piezas de piedra: almohadillados, cornisas y columnas, y de los que sobresalen potentes torres en las esquinas, rememorando la arquitectura de El Escorial. 
Así, mientras en la península se sientan lentamente las bases de la reconstrucción, en Marruecos se plantean nuevos ensanches y se debate sobre la adecuación y preservación estética de diversas formas arquitectónicas. Indudablemente, la explicación a este aparente desajuste radica en la especial consideración con la que el protectorado es tratado por la dictadura de Franco, al ser punto de origen de la rebelión militar de 1936 y territorio con el que se identifican buena parte de los militares africanistas entonces en el poder, así como por la voluntad de convertir la zona en escaparate internacional de las intenciones y los utópicos sueños imperialistas del franquismo de los años 40.

El arquitecto Juan Arrate Celaya, colaborador de Pedro Muguruza, optó por el neoherreriano, muy del gusto de la propaganda franquista en muchas de las realizaciones públicas del Tetuán jalifiano: Correos, Delegación de Agricultura, Pabellones Varela, Delegación de Economía  convirtiéndose en el autor más representativo de este estilo arquitectónico.


Edificio de estilo neoherreriano en Tetuán. Juan Arrate Celaya.
La corriente moderna. El movimiento inspirado en la arquitectura moderna internacional se expresó también durante aquel periodo y desempeñó un papel no menos importante en la confección del espacio urbano del ensanche.  A través de sus sobrias líneas y sus desnudas superficies, plasmó relevantes edificios e inmuebles residenciales como el Torreón de la estación de autobuses creyendo en la influencia del clima de la arquitectura mediterránea marroquí.

Los arquitectos modernos nunca pretendieron imponer a los habitantes un modelo de vivienda popular importado de Europa, ni siquiera “inventar” uno que se adaptase a su forma de vida. Su tarea se centrará en retomar la esencia de las tipologías tradicionales, racionalizarlas y exaltar algunas de sus propiedades espaciales dirigidas a la clase pudiente española y hebrea, y por otro a los sectores más pobres entre la población indígena.

A lo largo de este siglo XX, los arquitectos españoles instalados en dicha región encontraron posibilidades idóneas para dar rienda suelta a sus personales creaciones, partiendo de distintos conceptos y agrupados en diferentes escuelas. Este es el caso del omnipresente Carlos Ovilo Castelo que ha sido el definidor del ensanche y con diferencia quien más ha construido, al gozar en su época de gran reconocimiento y de una clientela fiel entre la burguesía tetuaní, aunque con el paso del tiempo su figura se ha visto eclipsada por la sombra de José de Larrucea Garma, Alfonso de Sierra Ochoa y Casto Fernández-Shaw, entre otros.
 
Entre los arquitectos que intervienen durante todo este periodo, para nosotros José de Larrucea Garma es el personaje más emblemático de una tendencia en la que la arquitectura oscila entre el racionalismo y la tradición, y en la que podemos encontrar la fusión entre la cultura del norte y la mediterránea. En su trayectoria profesional son significativos los contactos que mantuvo con el Marruecos jalifiano, desde que en 1923 se mudó a Ceuta y unos años después fue destinado al servicio de construcciones civiles de la delegación de fomento de la Alta Comisaría en Nador, donde realizó varios proyectos para la zona oriental. 

Edificio de la Equitativa. Casto Fernández Shaw.
Larrucea es un ejemplo de cómo se puede hacer compatible la tradición con la modernidad. Sentía gran admiración por el modo en que Francia asumió su papel colonizador y trasladó el “estilo de estado” o “hispano mauresque”, muy de moda entonces en el Marruecos francés, al Tetuán jalifiano en una obra tan emblemática como el Banco de España.

Banco de España. Edificio de la corriente del movimiento moderno. José de Larrucea Garma

Según Fullaondo, Casto Fernández Shaw es el gran ecléctico de la arquitectura contemporánea española. Su obra mantiene su plena vigencia en los albores del siglo XXI. Artista, inventor, arquitecto, la mixtura de su personalidad se manifiesta a la vez en la sucesión de estilos con los que amenizó su vida, desde el racionalismo al eclecticismo, del regionalismo al futurismo. Un arquitecto que quiso ser ingeniero, un racionalista y expresionista, un visionario de ciudades futuristas y antiaéreas.

Otro aspecto fascinante es la libertad con la que vivió toda su vida profesional, lo que le permitió adentrarse en aspectos como las técnicas de fabricación. Su obsesión por los procedimientos en serie le llevó a diseñar su prototipo de casa en forma de medio huevo con aire de proyectil, que no pasó de la maqueta. Fue un megalómano o visionario como Gaudí, del cual se inspiró para proyectar sus torres hiperboloides. Su nombre quedó ligado de por vida a una relación de edificios insignes, de importancia histórica para la ciudad de Tetuán como el mercado y La Equitativa que bebe de diversas fuentes racionalistas al que se añaden referencias explicitas a la tradición autóctona. 

*Nuestro agradecimiento al profesor Akalay por aportar su encomiable trabajo a este blog.

©Mustafá Akalay Nasser. Geógrafo-Urbanista.Profesor Adjunto Universidad Paris 13.  
Extracto del Artículo de la Revista Akros.Julio.2013.

martes, 5 de noviembre de 2013

Niebla andalusí


Hace algunos años que yendo a Huelva desde Sevilla en tren, me sorprendieron las murallas rojizas de Niebla sobre el vinoso Río Tinto. Sabía de la importancia de esta ciudad andalusí, pero me prometí volver para recorrer su cerca y principales vestigios de manera sosegada. Así lo hice en estos días de Noviembre coincidiendo con el municipio en fiestas y con una feria franca medieval. 

El asentamiento de Niebla se remonta a la época romana en la que el municipio (Ilípula) llegó a acuñar su propia moneda y del que aparecieron testimonios arqueológicos junto a la Puerta de Sevilla así como sillares reaprovechados en la cimentación y el refuerzo de las torres de la muralla. Fue también llamada Elepla por los visigodos en cuyas principales iglesias se documentan materiales arquitectónicos de posibles basílicas. 
Pero no es sino entre los siglos VIII y XIII cuando se convirtió en capital de una importante cora, (كورة) que según al-Udri tenía "terrenos llanos, magníficas pieles teñidas de rojo con un curtido especial y toda clase de productos en sus tierras de labor", destacando especialmente las uvas. Sin duda Niebla desde antaño había sido una población agroganadera, centro manufacturero y núcleo comercial bien comunicado por su privilegiada conexión entre la campiña y el mar. 
 
Murallas de Niebla
Llamada por los geógrafos andalusíes Libla al-Hamra ( لبلة الحمراء) sufrió el ataque de los piratas vikingos que desde Lisboa embarcaron en la isla de Saltés y Huelva cometiendo devastadoras expediciones. 
Durante la época omeya vio nacer a personajes destacados del mundo de las letras y las ciencias como los antepasados de Ibn Hazm y el geógrafo al-Bakri.

Probablemente construida durante la etapa emiral y levantada sobre restos de una basílica visigoda, Niebla conserva los vestigios de su mezquita aljama, luego convertida en Iglesia de Santa María de la Granada, recordando así a la de Almonaster por la reutilización de materiales. De esta primera mezquita el alminar, embutido en la torre de la actual iglesia y fechado entre finales del siglo IX y comienzos del X, mantiene la escalera circular. Esta tipología de escaleras de caracol en torno a un machón central la vemos en los alminares de S. Juan y Santiago de Córdoba  antes de que el califal de la aljama cordobesa supusiera una revolución al emplear escaleras rectilíneas y servir de precedente al resto de los oratorios andalusíes.  

Alminar de la mezquita aljama de Niebla. Iglesia de Sta Mº de la Granada.

Absorbida por la taifa sevillana a finales del siglo XI, Niebla formó luego parte del dominio almorávide, corto período en el que se fechan las murallas probablemente hacia 1125 y 1139 cuando en al-Andalus se implanta el tatib, impuesto para la reconstrucción de las mismas. Situado en un promontorio, el recinto adopta forma elíptica con una ligera pendiente hasta quebrarse bruscamente al llegar a un meandro del Río Tinto. Se dice que es el mejor conservado de al-Andalus por su integridad al mantener en muy buen estado sus lienzos y la mayor parte de las puertas. Adaptada a la topografía del terreno, la cerca tiene unos 2 kilómetros de perímetro no disponiendo de barbacana ni torres albarranas, siendo el propio río Tinto el que sirve de defensa natural por el Sur. 


Al divisar las murallas de Niebla, me venían a la mente tramos de las medinas de Fez, Marrakech e incluso Sevilla, por la técnica del tapial. Y no es de extrañar ya que no era ajena al tráfico de confluencias e influencias con el Mediterráneo.

Las torres cuadradas macizas a ras del adarve de la muralla y su secuenciación me recordaban también a Madinat al-Zahra o e incluso a las de la medina cordobesa. Edificadas en tapial rojo se aprecian refuerzos de sillería en las esquinas y algunas hiladas de ladrillo. Las torres octogonales en vértices también están presentes en los recintos de Jerez o Cáceres. Pero indudablemente lo más sorprendente del recinto es el magnífico estado de las puertas con sus bovedas, gorroneras  y la decoración de los arquillos ciegos en la Puerta del Buey o la de Sevilla. Flanqueadas por dos torres, sus accesos son arcos de herradura con entradas en recodo. Se conservan cinco, destacando la del Buey y Sevilla por su semejanza y la del Socorro por la que accedió Alfonso X. 
Por un momento también quise también ver en ellas las puertas del ribat de Monastir, (Túnez) edificado en los siglos XI y XII.


Puerta del Buey. Murallas de Niebla.

Puerta principal. Ribat de Monastir. Túnez

Como hemos venido comentando, aparte de la muralla, la mezquita aljama se transformó en el siglo XII en un oratorio de cinco naves del que pervive un mihrab de planta pentagonal y un patio del que pueden verse algunas de las arquerías relacionadas con saqa'if o altillos femeninos para seguir la oración. Su superficie similar a la aljama de Badajoz y superior a la de Almonaster, pudo albergar a unos cuatrocientos-quinientos fieles



Arquerías en el patio de la mezquita aljama. Iglesia de Sta Mª de la Granada.

Arco polilobulado apuntado de acceso al antiguo oratorio de la mezquita aljama de Niebla.
No menos interesante es la Iglesia de S. Martín, una mezquita menor, que con la conquista cristiana, Alfonso X la cedió a la comunidad judía para utilizarla como sinagoga. 
Su estado quasi arqueológico resulta llamativo al estar en pie sólo la portada mudéjar, la torre, las espadañas y la cabecera ya que las naves fueron destruidas en el año 1922 para poder facilitar el tráfico rodado. El monumental ábside central irrumpe majestuoso con dos tramos de bóveda de crucería al que se anexionan dos capillas cuya orientación posee connotaciones almohades.

Restos de la Iglesia de S. Martín. Antigua mezquita de arrabal y posterior sinagoga.
La prosperidad andalusí de Niebla prosiguió hasta más allá de la época almohade, ya que supo incluso convertirse en capital de una taifa independiente entre los años 1234 y 1262, como último baluarte de occidente de la península, extendido desde la desembocadura del Guadalquivir al Cabo de S. Vicente y Sierra Morena. 
A Alfonso X el Sabio le interesaba mantener con Niebla relaciones de vasallaje no sólo como freno a la expansión del reino de Portugal sino como modo de obtención de tributos.
Pero finalmente el Rey Sabio decidió asfixiar a la población hasta al último momento al participar incluso él mismo en su asedio y rendición en el año 1262. Aunque no hay constancia documental, probablemente sería una de las primeras veces que se utilizaría la pólvora y también la primera victoria de expansión territorial en el Oeste del monarca cristiano.
 
El alcázar andalusí acabó siendo entregado un siglo después al los Guzmanes quienes lo repararon y construyeron en parte la mayor parte de las dependencias trayendo a alarifes mudéjares. Una comunidad que engrosó una aljama ya preexistente en el siglo XIV lo que implica que no todos los musulmanes tal vez no fueran expulsados con el proceso de conquista como en el resto de las ciudades andaluzas y cuyas relaciones con los conquistadores se regularían a través de unas ordenanzas.

Fuera ya de este contexto, cierro este post con un dulce sabor del Algarve probado en Niebla. Una delicia de orígen andalusí que me vendió un pastelero portugués de Portimao. Aunque la llamaba "leite frito" (leche frita), su aspecto y receta se asemeja a las almojábanas.

Al Turtusi señala que durante el Jueves Santo los musulmanes andalusíes tenían por costumbre comprar buñuelos y almojábanas, dulces de sartén que hacían los cristianos. Las almojábanas eran unas tortas con masa con harina, queso, huevo y azúcar. Ya el propio término جبن Yubn (queso) las traduce como quesadas o quesadillas. Los tratados gastronómicos reconocían las de Jerez, de las que no quedan hoy ni rastro aunque he aquí una imagen de las de Ogíjares en la Vega de Granada que gozan de bastante popularidad.

 
Almojábanas


Referencias bibliográficas

ARJONA CASTRO, A. Nuevas aportaciones al estudio de las coras y toponimia de Al-Andalus". Boletín de la Real Academia de Córdoba de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes, Año LIII, enero-junio 1983, n.104, 1983
CAMPOS CARRASCO,J, GÓMEZ TOSCANO, RODRIGO CÁMARA, J. Arqueología urbana en el conjunto histórico de Niebla (Huelva): Carta del riesgo. Sevilla: Consejería de Cultura, 1997.
CAMPOS CARRASCO, J; RODRIGO CÁMARA, J; VIDAL TERUEL, N. "El urbanismo de Niebla desde la protohistoria hasta el mundo moderno". Huelva en su Historia, N.9, 2002
ROLDÁN CASTRO, F. Niebla musulmana : siglos VII-XIII. Huelva: Diputación Provincial, 1993.
 
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