Anoche
tuve la oportunidad de ver el documental "Los constructores de la Alhambra" de la directora y
guionista Isabel Fernández y he disfrutado como quien lo hace del deleite
sosegado de un buen manjar. Se aprecia el esfuerzo técnico del equipo, planos,
fotografía y luz formidables, sobre todo
los nocturnos así como el afán por recrear el proceso constructivo del último
gran monumento de la
historia de al-Andalus. Desde los tapiales, la menudencia de su carpintería,
las yeserías y las pinturas.
Lo
elogiable de esta obra concebida como un documental-película ha sido desvelar
los significados de la Alhambra más allá de lo estrictamente arquitectónico.
Como historiadora y patrimonialista de al-Andalus, resulta difícil resistirme alabar los comentarios
de tan buenos expertos, especialmente de mis admirados Jesús Bermúdez y José
Miguel Puerta.
El
vestuario sigue con rigor los patrones iconográficos nazaríes, igual que los
rituales (funerarios, sufíes y festivos como el mawlud). En cada detalle tanto
de guión como de recreación podemos apreciar que se ha llegado a una
profundidad fílmica inaudita incluso literaria, paisajística y psicológica de
sus dos principales hacedores, los sultanes Yusuf I y Muhammad V; una verdadera
proeza. Se tratan incluso aspectos cosmogónicos, epigráficos, poéticos y
lingüísticos del propio monumento, muy difíciles de transmitir y logrados con
ingenio y una sensibilidad únicos.
No menos
relevante es su principal protagonista, el gran polígrafo Ibn al-Jatib, último
de los grandes sabios de al-Andalus del que se plasma su labor como visir, poeta y
médico así como su agudeza en el análisis de la peste negra como se refleja en
el tratado que redactó. Quizás se hubiera echado en falta recordar que su
“Al-Lamha al-badriyya fi l-dawlat al-Nasriyya”, conocida también como su
“Historia de los Reyes de la Alhambra” alude a todos los sultanes nazaríes,
inclusive su fundador, Muhammad I.
Podríamos
seguir ensalzando esta joya cinematográfica pero no pretendemos ser cansinos y no
desvelar más detalles para disfrutarlos en la gran pantalla. Permítanme
una última reflexión sobre la autoctonía sincrética de al-Andalus sin pretender
caer en el chauvinismo. Conviene recordar que Ibn al Jatib nació en Loja e Ibn
Zamrak y los sultanes de nazaríes que aparecen en la película lo eran de
Granada. Quizás la licencia artística del acento arabizado del personaje que
encarna a Ibn al-Jatib, puede llevarnos inevitablemente al tópico romántico y
orientalista de percibir al-Andalus como un impasse exótico y accidental de
ocho siglos en la historia de al-Andalus.
Igual
que los omeyas fueron cordobeses, excepto Abd al-Rahman I, los reyes de taifas
de Badajoz, Almería, Toledo, Zaragoza o Silves, los nazaríes fueron granadinos
y en suma andalusíes. Porque al-Andalus supuso un proceso progresivo de
arabización e islamización de una población autóctona como la peninsular. Una
sociedad diversa que fue adaptándose o no progresivamente a los nuevos patrones
gubernamentales, religiosos y étnicos así como a sus fluctuaciones migratorias
que variaron a lo largo de sus ocho siglos de diferentes maneras. Evidentemente
la llegada de contingentes arabo bereberes cambiaron la península en el siglo
VIII pero fue la población indígena la que evolucionó a lo largo de los siglos
de la misma manera que también lo hicieron los pueblos íberos cuando llegaron
los romanos, y acabaron romanizándose.
Los
constructores de la Alhambra ponen a nuestro país, patrimonio e historia en el
lugar que merecen y abre una puerta a que miremos con respeto y
conciliación el penúltimo siglo de la historia de
al-Andalus, como cualquier otro período con sus luces, sus sombras, sus avances
y su esplendor; “al-Lamha al-badriyya”, es decir, el resplandor de la luna
llena que nos dejó Ibn al-Jatib.
Virginia Luque Gallegos. https://about.me/virginialuque
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