Tetuán, como
ciudad exportada, simboliza la huella
física más importante de la presencia española en el Norte de Marruecos. Un
examen exhaustivo de las principales construcciones y artífices de su Ensanche,
nos hace que percibamos la imagen más exacta de las diversas arquitecturas
española y europea que se prolongan e inscriben sobre suelo tetuaní. Igualmente, Tetuán
conoció un proceso de continuidad arquitectónica, principalmente de Andalucía,
donde el medievalismo islámico no fue asumido como un estilo colonial, sino
como un reflejo de una de las variantes estilísticas que se proyectan en
España, desde la segunda mitad del siglo XIX hasta los años treinta del siglo
XX. Nada mejor para
aproximarse a Tetuán que observarla desde la altura. Y ningún mirador a ras de
cielo es más apropiado que el edificio La Equitativa, el inmueble más
emblemático del ensanche. El horizonte abruma con una panorámica donde la línea
aerodinámica del arquitecto Casto Fernández Shaw, impone su arquitectura
futurista.
La medina está recluida en su
recinto y más bien conservada, dispuesta a ser recorrida a pie, disfrutando de
su escala humana, de su armonía, animada por sus asimetrías y quiebros que
juegan con la percepción y los sentidos. Por su riqueza formal y por su
llamativa estética, constituye una esplendida muestra de esa tipología urbana
tan característica del mundo islámico con la que ha expresado la vitalidad de
su vibrante vida ciudadana una sociedad en la que han alcanzado a integrarse,
sin perder sus referencias andalusíes, las tradiciones culturales de árabes y
magrebíes.
Medina de Tetuán. Mariano Bertuchi. |
La medina tetuaní
extiende así su laberinto de callecitas zigzagueantes a veces rebosantes de una
intensa actividad comercial, edificada sobre una vertiente que va desde las
alturas de la alcazaba, junto al arruinado cuartel de regulares y a las tumbas
de los fundadores, hasta el vasto espacio sobre el que descansa la judería, no
lejos del Feddan, la plaza de España que se abre ante el palacio Real y sirve
de nexo entre la medina y el ensanche español. Pero el desconcierto inicial de
quién pasea por la medina da paso poco a poco a la fascinación, caminar por el
ensanche es ir descubriendo capas, pliegues, esquinas remotas de la historia.
Así es lo mejor del
urbanismo español en el norte de Marruecos. Así es Tetuán, una mezcla de
expresión de poder y fraternidad. Las huellas estilísticas inscritas y plasmadas
en su espacio urbano y que dan forma a su arquitectura, reflejan todavía hoy
las ambiciosas intenciones de los diferentes arquitectos y urbanistas
españoles.
El Tetuán español nos depara varios secretos arquitectónicos.
Se puede asegurar que no hay un estilo único y sí todo un conjunto de arquitectos con su propio estilo manifestado en la calidad de sus proyectos realizados en dicho espacio urbano.Los edificios públicos se distinguen por su excepción arquitectónica y su decorativa y simbólica suntuosidad, consolidando así el equilibrio del conjunto.
En calidad de capital del Protectorado, Tetuán fue dotada de prestigiosos edificios situados todos en este nuevo barrio: el Ayuntamiento, el Palacio de Justicia, Correos –Sede del Instituto Cervantes– Hacienda, Asuntos Indígenas.
El Tetuán español nos depara varios secretos arquitectónicos.
Se puede asegurar que no hay un estilo único y sí todo un conjunto de arquitectos con su propio estilo manifestado en la calidad de sus proyectos realizados en dicho espacio urbano.Los edificios públicos se distinguen por su excepción arquitectónica y su decorativa y simbólica suntuosidad, consolidando así el equilibrio del conjunto.
En calidad de capital del Protectorado, Tetuán fue dotada de prestigiosos edificios situados todos en este nuevo barrio: el Ayuntamiento, el Palacio de Justicia, Correos –Sede del Instituto Cervantes– Hacienda, Asuntos Indígenas.
Hasta la guerra civil,
la altura de los edificios estaba estrictamente controlada, y las
construcciones no sobrepasaban tres o cuatro plantas. La jerarquía y las
dimensiones de las vías crearon una fluida e inteligente estampa visual. Así,
la anchura de las calles, que oscila entre 12 y 15 metros, corresponde
perfectamente a los tres o cuatro niveles de edificios.
Hay un estilo único y
sí todo un conjunto de arquitectos con su propio estilo manifestado en la
calidad de sus proyectos realizados en dicho espacio urbano. Los edificios
públicos se distinguen por su excepción arquitectónica y su decorativa y
simbólica suntuosidad, consolidando así el equilibrio del conjunto. A pesar, a veces, de
la simplicidad de las construcciones, cada edificio se inscribe dentro de una
lógica de conjunto. El volumen, las proporciones, las formas y el decorado
expresan la coherencia de los arquitectos. Ahí es donde reside el encanto de
estas manzanas.
Desde los años 20,
Tetuán recobró los aspectos de una inmensa obra donde los constructores fueron
experimentando diferentes corrientes de la arquitectura contemporánea. Junto al
modernismo de José Gutiérrez Lescura, con su proyecto para el Pasaje Benarroch,
destacamos una interesante y orientalismo que se manifestó en casi toda Europa.
Fue el resultado del interés intelectual, científico y cultural por esta
herencia durante el siglo XIX.
Edificio modernista del Pasaje Benaroch. José Gutiérrez Lescura |
En Tetuán, las
consecuencias del interés por el arte árabe condujeron a la promulgación del
Dahir (decreto) de 1913 que ordenaba la protección total de las medinas. Por
eso, la administración colonial estableció la Junta Superior de Monumentos
Artísticos e Históricos en 1919. Los promotores de las primeras obras
desarrollaron una arquitectura que no consideraban como exótica, debido a la proximidad
de Andalucía. Incluso su presencia en Marruecos, y especialmente en una ciudad
edificada por los andalusíes, hacía que estuviesen más atentos a las
tradiciones hispanoárabes que pertenecían a la historia de los dos países.
Algunos edificios parecen haber dado lugar sólo a meras aplicaciones de elementos decorativos o estructurales que proceden de la arquitectura musulmana, como las almenas, los minaretes, las torres de guardia, los arcos de herradura, o los elementos decorativos, tales como los azulejos, el estuco o la madera esculpida que fueron usados con la finalidad de alcanzar la plástica del arte nazarí.
En los años 30, una nueva orientación de la estética se dibujaba y se concretaba en una visión más modernista, más sobria, mas concisa y relativamente despojada de la primera arabización.
Edificios construidos en este lenguaje dan fe de una ponderación en el empleo de la ornamentación árabe. Nada de símbolos realistas, nada de signos que relaten la identidad de la forma, nada de repetición abusiva, la arabización se reveló más sutil y austera.
La arabización no se limitó
a los grandes monumentos, atravesó todos los tipos de vivienda y todos los
niveles de la arquitectura: la estructura de los edificios, los materiales de
construcción y, sobre todo, todas las formas decorativas. Este lenguaje fue
empleado en los edificios como las mezquitas, el mercado, las escuelas, la
estación de ferrocarril, los inmuebles administrativos y residenciales, el
matadero y el teatro.
Algunos edificios parecen haber dado lugar sólo a meras aplicaciones de elementos decorativos o estructurales que proceden de la arquitectura musulmana, como las almenas, los minaretes, las torres de guardia, los arcos de herradura, o los elementos decorativos, tales como los azulejos, el estuco o la madera esculpida que fueron usados con la finalidad de alcanzar la plástica del arte nazarí.
En los años 30, una nueva orientación de la estética se dibujaba y se concretaba en una visión más modernista, más sobria, mas concisa y relativamente despojada de la primera arabización.
Edificios construidos en este lenguaje dan fe de una ponderación en el empleo de la ornamentación árabe. Nada de símbolos realistas, nada de signos que relaten la identidad de la forma, nada de repetición abusiva, la arabización se reveló más sutil y austera.
La corriente ‘art-déco’. La Segunda República
vivió un corto periodo durante el cual proliferaron las ideas de modernidad y
de progreso. Asimismo, en el área de las artes y de la arquitectura, una gran
creatividad vanguardista europea conquistó España. Durante el periodo de 1936 a 1942, los arquitectos
pertenecientes a la generación de 1925, fueron los promotores de la importación
de estas formas arquitectónicas vanguardistas internacionales en Tetuán,
transmitiendo la óptica art-déco.
Múltiples ejemplos se encuentran en el Ensanche, donde prolifera una gran riqueza decorativa y una gran imaginación de los artesanos (maallems) en la elección de los motivos geométricos y florales omnipresentes en la madera, la escayola, la piedra, la cerámica o la forja de hierro.
Múltiples ejemplos se encuentran en el Ensanche, donde prolifera una gran riqueza decorativa y una gran imaginación de los artesanos (maallems) en la elección de los motivos geométricos y florales omnipresentes en la madera, la escayola, la piedra, la cerámica o la forja de hierro.
Son edificios de tres o cuatro
plantas que presentan unos elementos comunes: amplios soportales, galerías
corridas en la planta superior, aleros realzados, líneas curvas de amplio
despliegue, que ocupan amplios sectores de la fachada, balcones en saliente
rompiendo la línea recta con aleros semicirculares sostenidos por columnas,
paños de fachada realzados en octógonos.
La corriente
neoherreriana. Una vez finalizada la
guerra civil española, el régimen de Franco llevará a cabo en el Marruecos
jalifiano una uniformidad estilística que vendrá a reforzar la imagen de
reconstrucción nacional, partiendo del hecho de desestimar todo aquello que el
periodo republicano había realizado.
Aparece una arquitectura
herreriana, rotunda, monumental, plagada de frontones, de columnas y de paramentos
encalados en la que resaltan piezas de piedra: almohadillados, cornisas y
columnas, y de los que sobresalen potentes torres en las esquinas, rememorando
la arquitectura de El Escorial.
Así, mientras en la península se sientan lentamente las bases de la reconstrucción, en Marruecos se plantean nuevos ensanches y se debate sobre la adecuación y preservación estética de diversas formas arquitectónicas. Indudablemente, la explicación a este aparente desajuste radica en la especial consideración con la que el protectorado es tratado por la dictadura de Franco, al ser punto de origen de la rebelión militar de 1936 y territorio con el que se identifican buena parte de los militares africanistas entonces en el poder, así como por la voluntad de convertir la zona en escaparate internacional de las intenciones y los utópicos sueños imperialistas del franquismo de los años 40.
Así, mientras en la península se sientan lentamente las bases de la reconstrucción, en Marruecos se plantean nuevos ensanches y se debate sobre la adecuación y preservación estética de diversas formas arquitectónicas. Indudablemente, la explicación a este aparente desajuste radica en la especial consideración con la que el protectorado es tratado por la dictadura de Franco, al ser punto de origen de la rebelión militar de 1936 y territorio con el que se identifican buena parte de los militares africanistas entonces en el poder, así como por la voluntad de convertir la zona en escaparate internacional de las intenciones y los utópicos sueños imperialistas del franquismo de los años 40.
El arquitecto Juan
Arrate Celaya, colaborador de Pedro Muguruza, optó por el neoherreriano, muy
del gusto de la propaganda franquista en muchas de las realizaciones públicas
del Tetuán jalifiano: Correos, Delegación de Agricultura, Pabellones Varela,
Delegación de Economía convirtiéndose en el autor más representativo de este
estilo arquitectónico.
La corriente moderna. El movimiento
inspirado en la arquitectura moderna internacional se expresó también durante
aquel periodo y desempeñó un papel no menos importante en la confección del
espacio urbano del ensanche. A través de
sus sobrias líneas y sus desnudas superficies, plasmó relevantes edificios e
inmuebles residenciales como el Torreón de la estación de autobuses creyendo en
la influencia del clima de la arquitectura mediterránea marroquí.
Los arquitectos
modernos nunca pretendieron imponer a los habitantes un modelo de vivienda
popular importado de Europa, ni siquiera “inventar” uno que se adaptase a su
forma de vida. Su tarea se centrará en retomar la esencia de las tipologías
tradicionales, racionalizarlas y exaltar algunas de sus propiedades espaciales
dirigidas a la clase pudiente española y hebrea, y por otro a los sectores más
pobres entre la población indígena.
A lo largo de este
siglo XX, los arquitectos españoles instalados en dicha región encontraron
posibilidades idóneas para dar rienda suelta a sus personales creaciones,
partiendo de distintos conceptos y agrupados en diferentes escuelas. Este es el caso del omnipresente Carlos Ovilo Castelo
que ha sido el definidor del ensanche y con diferencia quien más ha construido,
al gozar en su época de gran reconocimiento y de una clientela fiel entre la burguesía
tetuaní, aunque con el paso del tiempo su figura se ha visto eclipsada por la
sombra de José de Larrucea Garma, Alfonso de Sierra Ochoa y Casto
Fernández-Shaw, entre otros.
Entre los arquitectos que
intervienen durante todo este periodo, para nosotros José de Larrucea Garma
es el personaje más emblemático de una tendencia en la que la arquitectura
oscila entre el racionalismo y la tradición, y en la que podemos encontrar la
fusión entre la cultura del norte y la mediterránea. En su trayectoria profesional
son significativos los contactos que mantuvo con el Marruecos jalifiano, desde
que en 1923 se mudó a Ceuta y unos años después fue destinado al servicio de
construcciones civiles de la delegación de fomento de la Alta Comisaría en
Nador, donde realizó varios proyectos para la zona oriental.
Larrucea es un
ejemplo de cómo se puede hacer compatible la tradición con la modernidad.
Sentía gran admiración por el modo en que Francia asumió su papel colonizador y
trasladó el “estilo de estado” o “hispano mauresque”, muy de moda entonces en
el Marruecos francés, al Tetuán jalifiano en una obra tan emblemática como el
Banco de España.
Edificio de la Equitativa. Casto Fernández Shaw. |