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Espacio de relajación y reflexión, el diván tiene sus orígenes en la antigüedad al discurrir a largo de las paredes de las viviendas romanas más acomodadas y constituir en la arquitectura palaciega islámica una estancia privada común para el reposo y el deleite.

"El diván de Nur" viene a ser un lugar virtual para la catarsis que provocan enclaves, historias, vidas, ciudades, sitios y paisajes del mediterráneo.


Una mirada introspectiva, retrospectiva y exploratoria por al-Andalus, el Magreb y la diversidad cultural del Mare Nostrum de una historiadora en permanente búsqueda

lunes, 15 de septiembre de 2025

El cautivo. Alejandro Amenábar. Impresiones de una historiadora

Decía Miguel de Cervantes cuando estuvo en Argel que el sabir era una  "lengua que en toda la Berbería y aun en Costantinopla  que ni es morisca ni castellana ni de otra nación alguna, sino una mezcla de todas las lenguas, con la cual todos nos entendemos"

Y creí que podía encontrarme algo de ello en la última película de Alejandro Amenábar. Pero tras ver las numerosas críticas de distintos medios sobre "El Cautivo", he decidido ir a verla. Primero por apoyar al cine español y porque el talento de nuestro director oscarizado no defrauda.

Segundo por acudir a ver arte cinematográfico con mayúsculas, intentando despojarme de mis prejuicios como historiadora, al ser consciente de que no se trata de una reconstrucción histórica propiamente dicha.

De manera que desde mi más humilde opinión como espectadora, no como crítica de cine, que de eso hay y mucho por nuestra geografía así como periodistas entendidos, unos más politizados que otros, contaré mis impresiones. 


En ese sentido hay que ir a ver “El Cautivo” siendo conscientes de que se trata de una creación personal de su propio director en un alarde de su ejercicio de libre expresión e interpretación.

Cierto es que me rechinó una amalgama de escenarios arquitectónicos de distintos estilos andalusíes, mudéjares, neomudéjares, otomanos de distintos siglos. Planos anacrónicos de indiscutible belleza con salas, baños y patios de los Reales Alcázares de Sevilla, el mobiliario de la Sala de Murad II del Palacio Topkapi en Estambul o una las puertas de la Mezquita de Córdoba en la Kasba en el supuesto presidio de los cautivos.

Un orientalismo de harén quizás egipcio, no tanto del Magreb. Cierto ensueño que se deja ver en varias escenas, con un pictoricismo atrayente recordando a los lienzos decimonónicos de J.L Gerome, Ingres, Belly o Fortuny. 

Pero un orientalismo hedonista y carnal. No de  odaliscas  sino de mancebos, claramente homoerótico. Incluso con alguna que otra licencia o mirada actual de una especie de trieja o pareja de un amo con dos esclavos, chico o chica besándose vagando libremente por las calles de la medina de Argel. Algo impensable para aquella ciudad argelina por muy polifacética y abierta que se presentara en el siglo XVI, desde el recato de costumbres en lo público.

Pensando en figuras femeninas que son escasas, excepto la de la imaginada hija del Bajá sobre la que Cervantes monta un relato a las Mil y Una Noches, quizás se ha perdido la oportunidad de poner en valor a la madre del autor y de su hermano Rodrigo que también acabó cautivo y no aparece en la película: Leonor de Cortinas. Una verdadera heroína que vendió sus propiedades y se hizo pasar por viuda para influir en conseguir parte del rescate de sus hijos en Argel.


Una obra del orientalista J.L.Gerome en la que pudo haberse inspirado Amenábar. Se asemeja a las escenas del Bajá en sus dependencias. 

Más allá de ese hedonismo sensual que no es sino otro cliché o arquetipo atribuido que logra una hermosa iconografía, resulta algo preocupante el maniqueísmo con el que se trata un asunto que no tiene nada que ver con las llamadas guerras de religiones entre el Islam y el Cristianismo. La historia no es blanca o negra, enemigos y amigos. Los conflictos son el resultado del desencadenamiento de unas causas y consecuencias forjadas a lo largo del tiempo. Siempre lo fueron y así serán.

Nadie escapa, ni el propio Alejandro Amenábar a la creación del constructo o relato acerca de la identidad hispana que cargamos sobre nuestros hombros desde la alteridad y no desde el reconocimiento ancestral de nuestra diversidad compleja con múltiples matices y enfoques analíticos

En el siglo XVI el Mediterráneo se convirtió en un mar de combates cuya hegemonía estaba en manos de tres potencias navales: Francia por el control de Italia y Sicilia, España y el temido Imperio Otomano. En resumen, dominio territorial y económico encadenado a numerosos intereses. Más allá del reduccionismo simplista de creer que las batallas son consecuencia de discrepancias religiosas o culturales la política de guerra y exterior de los primeros Austrias se caracterizó  por la capacidad de asumir que el Nuevo Mundo mostraba mejores oportunidades colonizadoras que el Mediterráneo cuya hegemonía indiscutible recaía sobre los turcos.

El odio a lo turco y a lo morisco ,por aquello de la rebelión de las Alpujarras y su éxodo al Norte de África, estaba presente no sólo en la obra de Cervantes sino en la mentalidad de un potente imperio monáquico, el de la dinastía de los Austrias que vinieron de Flandes. Recordemos que  Carlos V no era español y prácticamente ni lo hablaba. Felipe II heredó reinos peninsulares y de ultramar donde  la que la inquisición perseguía con inquina a conversos judíos, moriscos, bígamos, protestantes, iluminados e incluso religiosos que intentaban traducir a lenguas no latinas o interpretar textos bíblicos. Ojo! La Inquisición tampoco fue meramente hispana. En Francia y Europa se seguía condenando la herejía bajo bula papal.

Pero aclarando un poco el contexto, vayamos a la cuestión biográfica sin ser cervantóloga ni pretender tener ese gran honor. El Cervantes que nos presenta Alejandro Amenábar es un joven lleno de vida, repleto de talento por contar historias y relatos como bien demostró en el Quijote. Un recurso para evadirse de la cruda realidad, que nos recuerda a Benigni en "la Vida es Bella" o alguna que otra cinta.

A veces el espectador puede creer ver a Amenábar en Cervantes que acierta al resaltar el alegato de la libertad sin ningún pudor.

La interpretación y fuerza de los personajes resulta deslumbrante, desde Julio Peña como un creativo, intrépido y genial joven Cervantes, Fernando Tejero cuyas dotes dramáticas sorprenden en su rol del dominico inquisitorial, Blanco de Paz sin desdeñar el magistral trabajo de Miguel Rellán mostrándonos la cercanía e indulgencia  del clérigo Antonio de Sousa. Personaje real que deja la mayor parte de las descripciones de Argel y de aquellos terribles años de cautiverio.

La trama perfectamente encadenada deja un soberbio final, moralista y de reflexión atemporal: la solidaridad y empatía colectiva entre quienes sufren torturas y son privados de libertad forzosamente.

Pero sobre todo el valor de la lectura y la construcción del relato como persuasión de la humanización de los seres crueles o como evasión psicológica de víctimas o que pasan por tragedias y tormentos en las inevitables guerras, conflictos y colonizaciones que siempre han sucedido.

Una experiencia por la que pasó el más célebre escritor de nuestra lengua en tiempos de polarizaciones y de fantasmas que parecen amenazar al mundo que nos rodea.

Una actualidad cada vez más radicalizada, digitalizada y deshumanizada cuyos poderes policéfalos se empeñan en crear absurdas confrontaciones religiosas e ideológicas ocultando los turbios intereses que marcarán nuestros destinos.

PD. He aquí  tema principal de la película que me ha hecho descubrir al grupo Irmahan. 

Virginia Luque Gallegos. https://about.me/virginialuque
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