BIENVENIDO/A

Espacio de relajación y reflexión, el diván tiene sus orígenes en la antigüedad al discurrir a largo de las paredes de las viviendas romanas más acomodadas y constituir en la arquitectura palaciega islámica una estancia privada común para el reposo y el deleite.

"El diván de Nur" viene a ser un lugar virtual para la catarsis que provocan enclaves, historias, vidas, ciudades, sitios y paisajes del mediterráneo.


Una mirada introspectiva, retrospectiva y exploratoria por al-Andalus, el Magreb y la diversidad cultural del Mare Nostrum de una historiadora en permanente búsqueda

miércoles, 29 de julio de 2020

La corte del califa. Cuatro años en la Córdoba de los Omeyas.


La vez primera que entré en contacto con los Anales Palatinos de ‘Īsà al-Rāzī, hace casi unas tres décadas, me sorprendió cómo una fuente histórica tan relevante sobre la vida palaciega durante un periodo corto a priori de esplendor del califa al-Hakam II, fuera tan poco conocida y tan extrañamente ausente en bibliotecas públicas.
Consultar ese documento histórico cronístico, casi en primera persona, de lo que acontecía en un lustro de los años setenta del siglo X, parece casi fruto del azar, no sólo por el paso del tiempo sino por los avatares que fuentes tan remotas sufrieron entre los años 971-975. Probablemente las polillas devoraron las partes correspondientes a otros años de mandato del califa por lo que sólo podemos conformarnos con la información de los últimos momentos.
De cómo una copia de ese documento llegó hasta nosotros nos da buena cuenta Eduardo Manzano en el capítulo introductorio de su última monografía La Corte del Califa. Cuatro años en la Córdoba de los omeyas. Crítica (2019). 
El académico Francisco Codera en su búsqueda infructuosa por hallar manuscritos andalusíes en bibliotecas magrebíes, encontró en el año 1888 una versión desconocida del Muqtabis de Ibn Hayyān en una privada de Constantina. Gracias a que pidió que se hiciera una copia, luego depositada en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, podemos disfrutar de él ya que aquella espléndida biblioteca argelina fue desmantelada y el manuscrito acabó desapareciendo.
Anales Palatinos del califa de Córdoba al-Hakam. ‘Īsà al-Rāzī. Tr. Emilio García Gómez
Portada de la obra que analizamos
Décadas después, el arabista Emilio García Gómez lo traducía y ahora Eduardo Manzano nos deja una enriquecedora y amplia interpretación con nuevas visiones y puntos de vista que ayudan a entender la complejidad del califato de Córdoba en sus últimos años con más variables y elementos. Engranajes de una maquinaria estatal arquitrabada siglos atrás y que en las siguientes décadas saltó hecha pedazos.
Manzano radiografía así el entramado de intrigas, estrategias y redes clientelares de apoyo o rechazo al poder califal, revestido de una fuerte autoridad religiosa y dinástica. En este fragmento rebautizado como el Muqtabis VII, Ibn Hayyān reproduce los anales del cronista ‘Īsà al-Rāzī, a modo de editor a pesar de presentar lagunas y hacer algunos comentarios.
Es como si de repente se nos abriera un orificio en los sillares de los muros de Madīnat al-Zahrā, o en el alcázar de Córdoba para contemplar las pomposas recepciones de embajadas de Bizancio, reinos cristianos y juramentos de fidelidad de príncipes norteafricanos. Junto a ello el nombramiento de funcionarios así como las fiestas de fin de Ramadán y de los Sacrificios que contrastan con noticias urbanísticas, sucesos metereológicos y hechos anecdóticos. Entre ellos la existencia de un caso de gigantismo en la Córdoba califal, la llegada de potros de las marismas o la curación del pequeño príncipe Hišām de viruela.
En la fiesta de ‘Id al-fiṭr, o la de los Sacrificios, los desfiles militares hacían su alarde ante el gentío junto al río, donde los mercaderes aprovechaban la ocasión para montar una feria mientras cada familia intentaba hacerse con un cordero para su inmolación y consumo. Aquellas mañanas de esas dos fechas tan señaladas, las mezquitas aljamas de Córdoba y Madīnat al-Zahrā permanecían encendidas por la noche y por la mañana mientras sus imanes convocaban a una oración colectiva en los oratorios al aire libre de ambas ciudades (musalawāt).

Los ciclos agrarios. Potros, tintes, sedas, marfiles y eslavos.

En el primer capítulo, Manzano analiza la influencia climatológica en una economía que a pesar de su gran pujanza industrial y comercial, dependía de la agricultura. De manera que resultaba crucial anotar a finales del siglo X cada fenómeno atmosférico, ya fueran heladas, vientos, granizadas o chubascos intensos que podían provocar hasta desbordamientos.  
Aguaceros como el que cayó en la primavera del año 974, un día en el que los cordobeses acudían a la oración de un viernes a la mezquita aljama y una muchedumbre se agolpó en las galerías para guarecerse de la lluvia.  Al año siguiente, otro episodio acabó en suceso cuando una noche, una mujer y su eunuco viniendo del arrabal de Šaqunda, al otro lado del río, lo cruzaron en barca y terminaron naufragando excepto el barquero. 
Precisamente en ese mismo arrabal era habitual contemplar cómo los fieles se concentraban en una musallà, explanada de oración al aire libre para hacer rogativas especiales, implorando la lluvia en tiempos de sequía.   Ese afán por controlar los ciclos y episodios dio pie a la elaboración del llamadoCalendario de Córdoba ”(1), obra escrita por el obispo mozárabe Recemundo o  Abu-’l-Ḥasan ʿArīb Ibn-Saʿd al-Kātib al-Qurṭubī en el año 961 que nos aporta importante información del calendario agrícola. De igual manera que se ordenaban estos procesos en el tiempo, también se contaba y marcaba la vida diaria de ambas ciudades.  Así lo confirma el hallazgo de un reloj solar en las dependencias de los baños califales de Córdoba y fragmentos de dos cuadrantes en Madīnat al-Zahrā, muy conocidos y estudiados.
Pero cuando oscurecía, había ingenios medidores en palacio como un reloj de velas que se activaba gracias a doce lámparas de aceite por hora que se iban agotando y relevando automáticamente.  
El inventor, Qāsim ibn Mutarrif al-Qaṭṭtān, (nacido en el año 915), se unía así a la nómina de astrónomos que los omeyas tenían por costumbre contar con sus servicios al menos desde tiempos del emir Abd al-Raḥmān II.

Restos de un reloj solar califal. Baños del Alcázar Califal de Córdoba
Pero volviendo al Calendario de Córdoba, esta primordial fuente, nos informa sobre varias zonas productoras en al-Andalus ya fueran cereales, hortalizas, frutas, la morera, o el arroz. Llama la atención cómo el azúcar de caña procedente del Levante y la costa granadina se considerara un producto de valor dada la complejidad laboriosa de su obtención. Y en ese sentido lo vemos como obsequio muy cotizado recibido por el califa Abd al- Raḥmān III a través de uno de sus visires junto a perfumes, tejidos de lujo o metales preciosos.

A Córdoba y Madīnat al-Zahrā llegaban en primavera los potros procedentes de las marismas de Guadalquivir así como pieles, astas de ciervo y “quermes” o pigmento rojo que teñía las manufacturas de seda de los talleres reales en tiempos califales cuando circulaban con facilidad dinares de oro y dirhemes de plata. Una pujanza económica debida al floreciente comercio que Córdoba mantenía con las rutas caravaneras subsaharianas a través de Marruecos conectando Awdaghoust con Siyilmasa (2)
Resulta llamativo comprobar cómo su término en el siglo X, “grana”(3) aparece mencionado siglos después en las fuentes tunecinas para designar con este nombre a los sefardíes instalados en dicho país. Se obtenía de un insecto que vivía en las carrascas de al-Andalus, el Magreb y una región de Iraq.
Las conocidas telas preciosas de Dār al-tirāz pululaban por doquier entre el alto funcionariado de la corte llegando hasta reyes cristianos y bereberes, como obsequio a fin de establecer vínculos diplomáticos.
Los brocados o piezas más valiosas por combinarse con hilos de oro y plata, terminaban confeccionándose al gusto del receptor bien como aljubas, chalecos o tapetes de estrados. En otras ocasiones la seda, combinaba lana o lino como trama para los turbantes usados por los bereberes. 
La reputación de los tejidos cordobeses se extendía por todo el mediterráneo hasta Irán pero incluso en Oriente probablemente se importaba la llamada seda ‘ubaydí como la manufactura más preciada por los califas así como también de importación de tinte púrpura a los mercaderes de la costa amalfitana. 

Franja del Pirineo. Talleres reales de Dār al-tirāz. Córdoba (¿?). s. X. Instituto de Valencia de D. Juan. Madrid.

La tradición romana y bizantina de ornar la divinidad y a los emperadores con ese tono, parece que de algún modo también los omeyas cordobeses quisieron imitar.
La abundancia de marfil traído de África daba trabajo a los talleres y artistas palatinos con suntuosas y minuciosas obras ya fueran botes, arquetas y cajitas que podían contener costosos perfumes como incienso, almizcle, alcanfor ámbar, algalia y otras esencias reales.  Ejemplares de estas valiosas piezas se conservan en museos españoles, en el Louvre o Nueva York indicando una alta calidad de la materia prima ya que los colmillos que no pudieran ser bien trabajados, terminaban desechándose. Junto a la producción y exportación, la corte también importaba eslavos (saqāliba), término que también se identificaba con las tierras de Europa Central y septentrional y que aludía a los esclavos que desde esos confines se trasladaban hasta Verdún.  
De ahí embarcaban en las costas francesas siendo posiblemente Barcelona punto de conexión con al-Andalus a través del puerto de Pechina (Almería) donde mercaderes judíos los reenviaban a lugares más lejanos para los que eran solicitados. Los omeyas los adquirían para enrolarlos en el ejército, y como mano de obra de la administración civil.  Uno de los casos más sobresalientes por su estrellato fue el del conocido eslavo Ŷa’far, hāŷib o primer ministro y hombre de confianza del califa al-Hakam II con el que solía cabalgar a su lado en público.  
Tenía una vivienda propia junto a las dependencias del soberano en Madīnat al-Zahrā hoy visitable, siendo recordado por su contribución a las obras de la ampliación de la mezquita aljama de Córdoba. En el miḥrāb, su nombre aparece citado cuatro veces tanto en el alfiz como en la línea de imposta de una de sus jambas, si bien él mismo no las llegó a ver definitivamente concluidas.

Inscripción epigráfica que alude a Ŷa’far, en el miḥrāb de la mezquita de Córdoba.

Casa de Ŷa’far. Madīnat al-Zahrā
Los eslavos o saqāliba de menor edad también se vinculaban desde épocas tempranas a la corte. De ahí el término fatà =Joven (pl. fityān). De hecho, los fityān superiores aparecen representados en la jerarquía protocolaria de puesta en escena junto al estrado (sarīr) del califa en las recepciones festivas o diplomáticas. Otros incluso se citan en inscripciones supervisando obras y manufacturas de palacio como arquetas, botes de marfil o capiteles.
El nombre de Durrī al-ṣagīr figurando en las inscripción del llamado bote de Zamora da buena cuenta de ello en un obsequio que el califa al-Hakam II regaló a Subh, madre de su heredero en el año 962. “Bendición de Dios para el Iman ‘Abd Allah al-Hakim al Mustansir billah, Príncipe de los creyentes. Esto es lo que ordenó se le hiciera a la Señora Madre de ‘Abd al-Rahmān al cuidado de Durri el Chico. Año de tres y cincuenta y trescientos”.
Un poema escrito sobre la parte superior dice: «soy un receptáculo para el almizcle, el alcanfor y el ámbar gris». El hecho de que contuviera estos perfumes tan distinguidos no resulta descabellado ya que como refiere el Muqtabis V, este tipo de recipientes solía guardar dichas sustancias. Pero no sólo a Durri el Chico se le atribuye esta responsabilidad sino la de la supervisión de las obras de un alminar de una mezquita y la labra de algunos capiteles de Madīnat al-Zahrā tal y como su nombre se puede leer en una de sus volutas.
Conocido como bote de Zamora por proceder de la Catedral de dicha ciudad, actualmente se conserva en el Museo Arqueológico Nacional. En 1903 el matrimonio Gómez-Moreno, durante su estancia por la provincia para recopilar información en la redacción del volumen del “Catálogo Monumental de España”, lo descubrió dentro de un relicario de la catedral.

Bote de Zamora. Regalo  que el califa al-Hakam II obsequió a Subh en el año 962
Museo Arqueológico Nacional. Madrid.

Debilidades, amenazas y estrategias del estado califal.

Una de las más interesantes reflexiones que Manzano nos deja en esta obra es la que concierne al papel centralizador del califa al frente de una potente maquinaria reguladora de captación y distribución de recursos con una fuerte implantación territorial y un respaldo de una compleja red histórica de clanes y linajes bien situados en altos cargos del aparato estatal.
En ella, el califa aparece como árbitro y “autoritas” de un estado difícilmente controlable por más organizado y estructurado que pudiera ser. De hecho, adivinamos algunas debilidades que fueron alimentando el anunciado declive tras la muerte de al-Hakam II y la instauración de la dictadura amirí. 
Y no dejaron de ser causas y noticias que desgraciadamente siguen de actualidad a pesar del abismo que nos separa de la Edad Media. Hablamos de abusos de gobernadores, apropiaciones indebidas en los funcionarios de la ceca o fábrica de la moneda así como otras clases de artimañas. Para frenar estas irregularidades, al-Hakam II empleó a ulemas leales y a saqāliba a fin de supervisar incidencias, pero los clanes clientelares terminaron manifestando su descontento y apoyando la carrera meteórica de Almanzor como principal valedor de sus intereses.
Por otro lado proseguía la amenaza del califato fatimí en la otra orilla, que ganaba adeptos en numerosos caudillos norteafricanos lo que ocasionó que Córdoba acabara llevando a cabo un reclutamiento de tropas profesionales bereberes en el control de algunas ciudades magrebíes. Si bien los jinetes tangerinos no fueron bien acogidos por la población andalusí, sus destrezas terminaron siendo del agrado de al-Hakam II. De hecho, si siempre se ha considerado determinante el apoyo del grueso del ejército bereber al ascenso de Almanzor, ya Ibn Hayyān subrayaba las preferencias del segundo califa omeya por ellos advirtiendo del peligro de enfrentamiento civil que luego desembocó en la fitna.
Desde finales del emirato y prolegómenos del califato, el poder de Córdoba tuvo que hacer malabarismos ante tantos peligros, ya que espías y embajadas enviadas por el califa fatimí a fin de desligitimar a los omeyas, entablaban contacto con el caudillo ‘Umar ibn Hafsūn; el líder que llegó a poner en jaque mate el final del emirato omeya hasta finalmente, como sabemos, ser aplastado. Pero la presencia de conspiradores fatimíes llegaba hasta los zocos andalusíes mientras que las escuadras califales en el mediterráneo vigilaban las costas ante cualquier amenaza. 
Los ejércitos que décadas atrás estuvieron acostumbrados a las aceifas contra los reinos cristianos con quienes ahora tenían tregua, acabaron desde el año 972 desplegándose en el Norte de África. Para evitar adhesiones de emires al shiísmo fatimí, la ocupación de territorios pareció la estrategia más adecuada, no sin estar exenta de riesgos.
Tánger, Zilil y Asilah cayeron y las tropas omeyas entraron a la mezquita de esta última ciudad ordenando quemar el almimbar cuya inscripción que reconocía al califa fatimí al-Mu´izz, sería enviada como prueba a al-Hakam II. Pero el caíd omeya y unos mil quinientos soldados perecieron, escapando el resto a Ceuta.
Lejos de amilanarse ante tal derrota, el califa omeya redobló tropas y esfuerzos para resistir y avanzar con el nombramiento del nuevo caíd, Galib ibn ‘Abd al-Rahmān. Las arcas estatales no escatimaron en esta operación y los talleres califales se militarizaron manufacturando miles de escudos, arcos, espadas, tiendas de campaña, adargas y cotas de malla. Junto al frenesí militar se jalonaba una estrategia diplomática de dádivas a caudillos idrisíes y bereberes para ganar su confianza. Así, cruzaron el estrecho, cargamentos de dinares, caballos, telas preciosas, arreos y armas mientras que las recepciones de jefes militares norteafricanos se multiplicaban en Madīnat al-Zahrā a cambio de prestar juramento de fidelidad al califato omeya.
Las dos orillas de la ciudad de Fez pasaron a la órbita cordobesa y los señores de la ciudad emigrarían a al-Andalus con sus tropas en calidad de invitados pensionados y otros privilegios. Aquellas tropas bereberes conformarían el grueso del ejército andalusí con un alto reconocimiento militar y económico ante el recelo de la población autóctona.

Mezquita de los andalusíes. Fez. Marruecos.
Mientras tanto las fronteras andalusíes con los reinos cristianos se reforzaban reparándose fortificaciones, estableciendo allí cuerpos estipendiarios, creando dos grandes enclaves como la fortaleza de Gormaz, Calahorra y multiplicando una línea defensiva de más de doscientos asentamientos de menor tamaño entre Guadalajara y Zaragoza.
En el segundo período del mandato de ‘Abd al-Rahmān III acompañaba al cese de hostilidades una política diplomática auspiciada con recepciones y pompas de reyes cristianos en Córdoba y Madīnat al-Zahrā continuando así en tiempos del califa al-Hakan II. Los señores de Arlés, Barcelona o Narbona mantuvieron relaciones comerciales con la capital califal, pues interesaban esclavos, pieles y armas francas bien pagadas con dinares o monedas de oro que circularon por aquellos confines.
Célebremente conocidas fueron las embajadas de Sancho el Craso, Ordoño IV, y los emisarios de los imperios germánicos y bizantinos como Juan de Gorze y el monje Nicolás que llevaban consigo presentes como el manuscrito del Dioscórides o las teselas que adornarían el mihrab de la mezquita. 
García Gómez tras traducir anales palatinos de ‘Īsà al-Rāzī, publicaba un interesante artículo sobre las banderas y estandartes que acompañaban este tipo de actos protocolarios (4). Solían tener representaciones figuradas como leones, dragones, águilas sobre la presa con hilos dorados y pedrería engastada.

La Corte de Abd al-Rahman III. Dionisio Baixeras. 1885

Cuando el ejército se concentraba para las expediciones militares en Madīnat al-Zahrā, las tres principales banderas del califato eran trasladadas hasta la Casa de los Visires, tapadas por un cobertor. Luego se ataban a lanzas mientras un imam recitaba la sura de la victoria, siendo bendecidas y recibidas en la Bab al-Suda por el caíd del ejército. 
La llamada al ‘Uqda (el nudo o atadura) parecía tener su origen en ‘Abd al-Rahmān I, el fundador de la dinastía omeya andalusí. Al-‘Alam o la bandera debió ser la enseña omeya por antonomasia pero no sabemos qué aspecto tuvo mientras que al-satranŷ contaba con motivos ajedrezados.

Las dos capitales (Ḥaḍiratayn)

El califa al-Hakam II vivió tanto en el alcázar de Córdoba como en Madīnat al-Zahrā, lo que convierte a las dos ciudades, según el cronista ‘Īsà al-Rāzī, en dos capitales (Ḥaḍiratayn). No pasaremos a desarrollar aspectos urbanísticos de los que hay tantos trabajos publicados pero sí citaremos aquellas cuestiones que nos gustaría puntualizar relativas al paisaje urbano y a la toponimia de Córdoba a finales del siglo X. Este es el caso de Dār al- ṣadaqa o Casa de la Limosna situada al oeste de la mezquita aljama, desde donde el pregonero comunicaba noticias a la población o incluso exponía a escarnio público a quienes cometieran fechorías desde una galería superior.
En cuanto a mezquitas, junto a la de Abū ‘Allaqa que se situaba en las inmediaciones de Bab al-Hadīd, también llamada “al-Yadīd,” en tiempos de al-Hakam II, había una sinagoga en ruinas. Nos interesa especialmente la mención de la mezquita de ‘Abd Allāh al-Balansī, hijo de ‘Abd al-Rahmān I. 
Manzano, tomando como referencia este topónimo estudiado por Viguera y Zanón indica su proximidad cerca de Bab ‘Abd al-Yabbar y de la plaza de Abán (rahba Abān). En la Baja Edad Media dicha puerta pasó a llamarse de Hierro y del Salvador abriendo a una plaza homónima de carácter comercial. Pero por otro lado sabemos que en dicha collación junto al desaparecido Monasterio de Santa María de las Dueñas también estuvo documentada la existencia de una mezquita de mudéjares en el siglo XV.
Probablemente en la medina se ubicaban las viviendas y residencias urbanas de altos funcionarios, ulemas influyentes y miembros de la familia omeya. Al califa ‘Abd al-Rahmān III no le interesaba que sus hijos al alcanzar la mayoría de edad convivieran en el alcázar por lo que disfrutaban de un palecete urbano (qaṣr), una almunia a extramuros así como haciendas o propiedades agrarias.
El alcázar omeya terminaba constituyendo en la trama urbana de la capital, un recinto fortificado con la simbología propia de espacios de poder en cuanto también a su significación política y militar. Próximo al epicentro religioso con la mezquita aljama y el espacio civil, materializado con el zoco y la casa de correos.
De manera que quien quisiera acudir a la mezquita desde el mercado debía rodear el recinto exterior del alcázar. Tras un pavoroso incendio, se remodeló el edificio postal dándosele uso de alcaicería de telas a la vez que se ensancharon calles comerciales entre las que  podían hallarse barberos, madereros, artesanos, pescaderos, fruteros, queseros o lecheros. Una abigarrada muestra de olores procedentes de los puestos de frituras, de los negocios de los perfumistas o de los especieros, se mezclaría con las arengas de compra, los sonidos de los malabaristas y contadores de historias no faltando el pícaro canto de los zejeleros.
Vista de Córdoba desde el antiguo alminar de la mezquita aljama.
Junto al río, las tiendas de los carniceros, guarnicioneros y tintoreros se veían amenazadas por las crecidas del Guadalquivir. Y a la salida de la antigua Puerta de Sevilla, el zoco de los pergamineros (raqqaqīn) surtía las necesidades administrativas del alcázar.

Pero Córdoba iba más allá del corazón gravitatorio de poder y de su medina. Cementerios y arrabales fueron creciendo y expandiéndose en la segunda mitad del siglo X especialmente hacia el Norte y Oeste, siendo las almunias, alcázares de recreo de la familia omeya y de jassa o alta sociedad (al-Nā’ūra, al-Ruṣāfa, al-rumaniyya, etc) los nodos de expansión de los arrabales. Actuaban como epicentros palatinos, rodeados de amplias extensiones de explotación agraria cerca de mezquitas, hornos, baños, anchas calles y viviendas en sus entornos.

Madīnat al-Zahrā se convirtió así en el polo de atracción de expansión territorial de Córdoba a poniente donde se localizaban zonas residenciales, alhóndigas, viviendas de una o dos plantas con letrina, varias alcobas, algorfas, patio central, pozo incluso algunas con baño. Como bien refiere Eduardo Manzano: “El gran proyecto urbano que encarnaba la fundación de la ciudad palatina, no se limitaba, pues, a los muros de ésta: también pretendía extenderse sobre la antigua capital”.

Una operación no aislada ni única, sino que seguía el precedente de otros soberanos musulmanes en el Próximo Oriente y Norte de África como exaltación y ostentación escenográfica del nuevo poder califal sin desligarse del todo de Córdoba. El término de “capital disociada” subraya el significado no de suplantación una de otra sino la materialización de elementos, políticos,militares e ideológicos del nuevo estado califal donde el príncipe de los creyentes pretendía controlar el poder en torno a un núcleo dependiente de eunucos en detrimento de los tradicionales linajes clientelares a su vez que ostentaba escenificarlo a través de una pompa diplomática de idas y venidas de embajadores reforzando así su reconocimiento y legitimación en Madīnat al-Zahrā. Un poder, “al-mulk” cuya simbología se reitera como un mantra en la ampliación de la mezquita aljama de Córdoba, la construcción de la ciudad palatina y como imagen de marca a su vez en objetos suntuarios ya fueran marfiles, mármoles, telas o cerámicas.

Pórtico Este. Madīnat al-Zahrā
Así, Eduardo Manzano, culmina un magno ensayo ejemplar; cuatro años en la Córdoba de los omeyas, como obra brillante, de cabecera y de referencia que reinterpreta y actualiza fuentes históricas, historiográficas y arqueológicas de los últimos años del califato de Al-Hakam II. Novedosos puntos de vista relativos a diversos contextos, factores intrínsecos y extrínsecos (climatológicos, económicos, teológicos, defensivos, territoriales, geográficos, urbanísticos, simbológicos, estratégicos, paisajísticos, políticos) generan una interacción compleja, no reduccionista, sino propia y abierta para el estudio de al-Andalus califal en el siglo XXI, no desdeñando la fuerte cimentación trabada por grandes eruditos, historiadores y arabistas del siglo XX.
Si D. Emilio García Gómez refería que la traducción de los Anales Palatinos de ‘Īsà al-Rāzī había sido precipitada, Manzano, seis décadas después nos da las claves para descifrarlos multidimensionalmente ayudándonos a conocer aún más las piezas del complejo engranaje del estado califal omeya con Córdoba y Madīnat al-Zahrā como epicentros del mismo.

Notas
1. DOZY, R, PELLAT CH, (eds y trads) Le calendrier de Cordoue. Leiden. 1961.
2. Véase la tesis doctoral de VILLAR IGLESIAS. J.L. Al-Andalus y las fuentes del oro, Almuzara, 2017 para completar este estudio.
3. CHACHIA, H. “ La diáspora sefardí en Túnez: de finales del siglo XV a mediados del siglo XVIII”. Sefarad, Vol 80, No 1 (2020)
4. GARCÍA GÓMEZ, E. “Armas, banderas, tiendas de campaña, monturas y correos en los «Anales de al-Ḥakam» por ‘Īsà Rāzī”, Al-Andalus, 32/1, pp. 163-179. 1967.
5. ESCOBAR CAMACHO. J.M. Córdoba en la Baja Edad Media. Córdoba. Caja Provincial de Ahorros, 1989.

©Virginia Luque Gallegos. Todos los derechos reservados. Citar el blog si se toma como referencia.

miércoles, 17 de junio de 2020

Federico Corriente y su contribución a los historiadores de al-Andalus


Cuando en los noventa empezábamos a estudiar árabe por nuestra cuenta, lo único que había en librerías era un ejemplar verde de gramática con una cinta de cassette así como un libro gordo de Petete, el clásico diccionario Árabe-Español, que si no se tenía la pericia suficiente de búsqueda, llegaba a ser casi incomprensible. 
Matriculados ya en clases oficiales, aquel diccionario del gurú y catedrático de lengua árabe, Federico Corriente era el summum para hallar numerosos sinónimos y aquella gramática con cinta magnetofónica resultaba francamente difícil para los principiantes. 

Desde entonces, en cada biblioteca personal de cualquier arabista y de aprendices eternos de lengua árabe, siempre conservamos con cariño ese tochazo de diccionario apodado familiarmente cómo “El Corriente” que de corriente, o sea de común o simple, precisamente no tenía nada.
De hecho, tanto la edición de árabe-español y español-árabe podía encontrarse en cualquier país árabe incluso revendido en zocos, cuan tesoro del moro, porque su precio en librerías no era muy asequible. Aquel diccionario tuvo numerosas reimpresiones desde 1970. En la que conservo, de 1991, se aprecia todavía la era mecanográfica como una reliquia de la meticulosidad del gran número de horas y estudio que D. Federico emplearía en ella.


Diccionario de Árabe-Español, Español-Árabe de F. Corriente. 
Gramática Árabe de F. Corriente. 

No menos valioso por su valor etimológico es el Diccionario de arabismos y voces romances que no sólo incluye arabismos en el castellano sino en otras lenguas romances como el gallego, el portugués, el catalán o el aragonés.  Se trata de una obra de referencia, que va más allá de lo puramente lingüístico, ya que nos adentra en informaciones muy útiles para los historiadores.
Como lingüista, Corriente sin duda alguna era un cerebro privilegiado, con una carrera meteórica y una capacidad imparable de trabajo. 
Doctor en Filología Semítica por la Universidad Complutense de Madrid  en 1971, ejerció la docencia de lenguas semíticas, etiópico, árabe, dialectología y literatura árabes en diversas universidades internacionales desde Egipto, Marruecos (1962 a 1968) a Estados Unidos. A su vez desempeñó cátedra en las universidades de  Filadelfia (1972 y 1976) Zaragoza (1976-1986 y 1991-2011)  y Madrid (1986-1991).

Sin embargo, muchos historiadores y arqueólogos ya conocíamos a D. Federico gracias a sus sesudas y magníficas traducciones de fuentes ineludibles para la comprensión de la historia de al-Andalus. Sin Corriente, García Gómez, María Jesús Viguera y Makki no disfrutaríamos de la obra Ibn Hayyān ya fuera el Muqtabis V o el Muqtabis II. 

Testigo de la desintegración del califato omeya, el cordobés Ibn Hayyān (988- 1076) deslumbró con su obra “Muqtabis”: “el que toma la candela de otro” considerándose el mayor historiador de la Edad Media peninsular tanto cristiana como musulmana. Conservada parcialmente, narra el esplendor y decadencia omeya así como la trágica descomposición de al-Andalus en reinos de taifas.


Al-Muqtabis II de Ibn Hayyān. Edición y traducción de F. Corriente, M. Makki,
Cancionero hispanoárabe de Ibn Quzman. Edición y traducción de F. Corriente


Tampoco podríamos descubrir las andanzas y cancioncillas del pícaro zejelero cordobés Ibn Quzmān que Corriente tradujo y editó en su célebre Cancionero hispanoárabe.  Los zéjeles, composiciones poético-musicales cantadas con alternancia de coros y solista, eran poemas llenos de gracia, escritos en dialecto andalusí, pero desvestidos de demasiado ornamento y retórica. Ibn Quzmān de Córdoba los convirtió en el siglo XI en un auténtico arte, aportando frescura, humor, gracia vitalidad y popularidad. En ellos describía escenas amorosas, picarescas, además de placeres festivos de almunias y otras estampas costumbristas de al-Andalus, entre los siglos XI y XII. 

Corriente recibió por esta edición y traducción un premio del Ministerio de Cultura de la República Árabe de Egipto, país que también lo hizo miembro de la Academia de la Lengua Árabe de El Cairo. Allí entre 1962 y 1965, dirigió el Centro Cultural Español y de hecho en los años 60 los españoles supieron del teatro egipcio de Tawfiq al-Hakim gracias a sus traducciones, a las de Pedro Martínez Montávez y de María Eugenia Gálvez. Si el teatro árabe empezó a desarrollarse en el siglo XIX, Tawfiq al-Hakim lo convirtió en máxima expresión al otorgarle una popularidad que ganaba adeptos no acostumbrados a la lectura de este género. 

Sus comedias y dramas fueron representados en francés, inglés, italiano y griego hasta que la compañía de Piedad Salas los escenificó en español. El 14 de Mayo de 1963 y en el marco de la Fiesta Mundial de la Poesía Árabe, de Córdoba  las obras “El Canto de la Muerte y “La Casa de las Hormigas” se representaron en el Círculo de la Amistad de dicha ciudad, siendo la segunda pieza, primicia mundial al no haberse estrenado antes ni en su versión original árabe. 
Décadas más tarde, Federico Corriente nos legó otros libros de literatura andalusí de cabecera, como Árabe andalusí y lenguas romances, Fundación Mapfre, 1992, Poesía dialectal árabe y romance en Alandalús : (cejeles y xarajat de muwassahat) /  Gredos  1998 o Poesía estrófica (cejeles y/o "muwassahat") atribuida al místico granadino As-Sustari : siglo XIII d. C., Instituto de Filología , 1991.

Autor de más de cuarenta monografías, cincuenta reseñas y ciento noventa artículos en las prestigiosas revistas Al-Andalus, Sefarad, al-Qantara, Miscélanea de Estudios Árabes y Hebraicos, Estudios de dialectología norteafricana y andalusí, Anaquel de Estudios Árabes, Awraq, Sharq al-Andalus, Revista del Instituto Egipcio de Estudios Islámicos, Al-Andalus- Magreb, etc,  resultan sumamente valiosos los siguientes estudios que nos hablan sobre el humor en al-Andalus, zéjeles de los célebres poetas nazaríes, Ibn Zamrak e Ibn al-Jatib o sobre los arabismos en la obra del siglo XVI “La lozana andaluza”.  
Los citamos y enlazamos para su lectura: "Catorce céjeles de Ibn Zamrak y uno de Ibn Alxatib.  Anaquel de estudios árabes, nº1, 1990, El humor en Alandalús: el caso del cejel”. Cuadernos del CEMYR, nº 12, 2004 , "La cocina de la lozana andaluza": testimonios y ecos en las dos orillas septentrional y meridional del Mediterráneo, “Los arabismos de La lozana andaluza”, Estudis romànics, , Nº. 32, 2010.

Tarde, demasiado tarde ingresaba D. Federico Corriente en la Real Academia de la Lengua ocupando la silla «K» de la institución, que pertenecía a Ana María Matute. 
El 20 de de Mayo de 2018 lo hizo con un soberbio y solemne discurso de entrada acerca de la investigación y defensa de los arabismos del castellano en registros normales, folklóricos y bajos. Es decir, aquellos que no se habían recogido en diccionarios ya fueran expresiones interjecciones, voces obscenas, blasfemias que luego pasaron a nuestras lenguas peninsularesEntre ellas “a trancas y barrancas”, “dormir la mona”, “nana, nanita nana”, “ra, ra, ra”, alabí alabá alabín bombá. Aquí dejamos tanto el texto como el vídeo de este célebre momento.



El 16 de Junio de 2020 se ha marchado para siempre D. Federico, pero queda su densa obra que intuimos estará vigente por mucho tiempo. Desde ayer la Real Academia Española de la Lengua pierde un arabista necesario y único para comprender que en nuestra lengua e identidad al-Andalus sigue más vivo de lo que creemos.

©Virginia Luque Gallegos. Todos los derechos reservados. Citar el blog si se toma como referencia. 

lunes, 6 de abril de 2020

París en mi memoria. Pasajes y paseos para el recuerdo.(I)

París. Cinco letras, una dirección, un destino, un recuerdo y una ciudad que siempre parece pertenecernos. ¿O  quizás es ella quien nos cautiva y encadena presumiendo de ser probablemente la más hermosa del mundo?  
Nos guía hacia la luz, a la alegría y el placer de vivir, también al color, la estética y la armonía. Hacia miradas impresionistas como pasarela de fragancia y vanguardias. 
Cantada y añorada  por pintores y poetas cuyas obras fueron culpables de este pozo inagotable e infinito de creación, siempre nos quedará París.

Como el Norte de una brújula, cuán confuso canto de sirenas, hace que caminemos sonámbulos por los entresijos de una intensa historia cargada de revoluciones, utopías, sueños pero también de sangre, balas, guillotinas y guerras. 
Deambulamos absortos por calles que huelen a bouquet y croissant, arterias que endulzan y mecen a quienes por ellas transitan. Caminos que evocan y rememoran tantas estampas, momentos y retazos de la historia en un balanceo incesante a modo de péndulo de Foucault, marcando y derribando minutos, tiempos fugaces pero intensos mientras siguen avanzando las agujas del reloj de la vieja estación d’Orsay. 
Hoy somos visitantes pero antaño viajeros esperando en el andén nuestra  locomotora  frente al humo y el chirrido de su llegada. Para quizás acudir a las exposiciones universales de 1855, 1889 o 1900  y descubrir ingenios e inventos en grandiosos pabellones de hierro bajo nubes punzadas por la aguja de la Torre Eiffel en una gris mañana de otoño.

Documento cinematográfico. La vida en París. 1890.

Desde Víctor Hugo a Delacroix pasando por el cancaneo de bailarinas en cabarets de Pigalle a las sombras chinescas de Montmartre ante los tristes rostros de arlequines y saltimbanquis . Paletas y caballetes que hacen flotar movimientos y destellos, claros de luna sobre el Sena, atrapando crespúsculos, nenúfares, paraguas, sombrillas y sombreros de copa. Que queden para siempre  en los lienzos del Museo D’Orsay  aquellas improntas de amaneceres, lecciones de piano o el cansancio infatigable de bailarinas y planchadoras. Que permanezcan y sean imborrables las  tardes puntillistas de Seurat, las veladas y los bailes en el Moulin de la Galette o  aquella mirada abatida de una pareja  ahogada en un vaso de asenjo  quizás abrumada por el humo de jugadores de cartas.


La clase de danza. Degas.Museo D'Orsay. París 1871-1874.
Las planchadoras. Degas. Museo D'Orsay. París. 1884.
El ajenjo. Degas. Museo D'Orsay. París. 1876.
Muchachas tocando el piano. Renoir. Museo D'Orsay. París. 1892
Baile en el Moulin de la Galette. Renoir. 1876. Museo D'Orsay. París.
Luces, nieblas, brumas y vidas tormentosas como la de Van Gogh cuya tempestad interior arrastra a  un ciclón estrepitoso de luz. Sus noches estrelladas, paisajes y autorretratos irradian una luminosidad cegadora mientras el trepidante ritmo de un pincel parece querer salir de sus lienzos para envolvernos y arrastarnos consigo. 
Orsay termina conduciéndonos así a tiempos de globos aerostáticos, adoquines mojados, cinematógrafos, bailes de societé, desayunos sobre la hierba y trajes de baño a rayas.
Renoir, Degas, Cezanne, Van Gogh, Manet, Monet, Gauguin. Verlos tan de cerca ponen a prueba nuevas impresiones jamás comparables a haber contemplado su obra en láminas de tantos manuales de arte. Impresionistas y postimpresionistas de retratos, paisajes vivos y coloristas que seguirán abriéndonos ventanas al tiempo  para congelarlo como dioses del Olympo en este museo, su templo eterno.

©Virginia Luque Gallegos. Todos los derechos reservados. Citar el blog si se toma como referencia. 

PARIS DANS MA MEMOIRE. PASSAGES ET BALADES POUR LE SOUVENIR.

Paris. Cinq lettres, un chemin, une destination, un souvenir et une ville qui semble toujours nous appartenir. Ou peut-être est-ce qu’elle nous captive et nous enchaîne,  en vantant d’être  probablement la plus belle du monde? Elle nous guide vers la lumière, vers la joie et le plaisir de vivre, mais aussi vers la couleur, l'esthétique et l'harmonie. Vers les regardes impressionnistes comme une passerelle de senteurs et d'avant-gardes. Chantée et désirée par des peintres et des poètes dont les œuvres se sont rendues coupables de ce puits inépuisable et infini de création, toujours nous restera Paris.
Comme le nord d'une boussole, confus chant des sirènes, elle fait que nous cheminions somnambules à travers les énigmes d'une histoire intense et pleine de révolutions, d'utopies, de rêves mais aussi de sang, de balles, de guillotines et de guerres.

Nous errons absorbés par des rues qui sentent à bouquet et croissant, des artères qui adoucissent et bercent ceux qui les traversent. Des routes qui évoquent et rappellent tant d’images, des moments et d’extraits d’histoire dans un mouvement incessant comme le pendule de Foucault, en marquant et en abattant les minutes, les temps fugaces mais intenses tandis qui continuent en avançant les aiguilles de l’horloge de l’ancienne station D’Orsay. 

Aujourd'hui, nous sommes des visiteurs mais jadis des voyageurs en attendant sur le quai notre locomotive face à la fumée et le cri strident de son arrivée. Pour visiter peut-être les expositions universelles de 1855, 1889 ou 1900 et découvrir les machines et  les inventions dans des grandioses pavillons de fer sous des nuages percés par la flèche de la Tour Eiffel pendant un matin gris d'automne.



Dès Victor Hugo à Delacroix en passant par la danse des ballerines  dans les cabarets de Pigalle aux ombres chinoises de Montmartre face aux visages tristes des arlequins et des saltimbanques. Palettes et chevalets qui font flotter les mouvements et les étincelles, les clairs de lune sur la Seine,  en attrapant les crépuscules, les nénuphars, les parapluies, les parasols et les chapeaux hauts de forme. 
Qui restent pour toujours sur les toiles du Musée D’Orsay  ces empreintes-là  de levers de soleil, les leçons de piano ou  la fatigue infatigable des danseuses et de repasseuses. Qu'ils restent et soient indélébiles les soirées pointillistes de Seurat les danses au Moulin de la Galette ou ce regard -là  et abattu d'un couple noyant dans un verre d'absinthe peut-être submergé par la fumée des joueurs aux cartes.

Lumières, brumes, orageuses et vies orageuses comme celle de Van Gogh dont la tempête intérieure entraîne un cyclone rugissant de lumière. Ses nuits étoilées, ses paysages et ses autoportraits rayonnent d'une luminosité aveuglante tandis que le rythme effréné d'un pinceau semble vouloir sortir de ses toiles pour nous envelopper et nous entraîner avec lui
Orsay finit par nous conduire comme ça à des temps de montgolfières, de cinématographes pavés mouillés, de danses de société, de petits déjeuners sur l'herbe et de maillots de bain à rayures - Renoir, Degas, Cézanne, Van Gogh, Manet, Monet, Gauguin. Les voir de si près teste de nouvelles impressions jamais comparables à avoir vu son ouvre sur des feuilles de tant de manuels d'art. Impressionnistes et post-impressionnistes de portraits, de paysages vivants et de coloristes qui continueront à nous ouvrir des fenêtres pour les geler en tant que dieux de l'Olympo dans ce musée, leur temple éternel.

Impresión al amanecer. Monet. 1872. 
Noche estrellada. Van Gogh. 1888. Museo D'Orsay. París.París
Autorretrato. Museo D'Orsay. París.Van Gogh. 1889. 

sábado, 20 de julio de 2019

Eyüp (Estambul). Barrio sagrado y una historia de amor clandestino.


Entré en el  “Estambul Otomano” de la mano de Goytisolo y salí de él con la novela “Aziyadé” del escritor postromántico francés, Pierre Loti
Un buen amigo me recomendó visitar su animado café panorámico en el alejado barrio sagrado de Eyüp. Recordar Estambul es volver a sentir mis pasos por tan fascinante metrópoli entre dos continentes y una confluencia de sonidos, músicas y lenguas. Pocos días pero intensos antes de que la memoria vaya disipándose.
Gatos y perros pululan conviven y viven naturalmente en la ciudad en perfecta armonía donde los ciudadanos los cuidan y miman. Pero lo primero que me sorprendió de esta gran urbe de quince millones de almas, y ya lo advertía Goytisolo, fue el respeto y la veneración profesada a los antiguos árboles cada vez más escasos por talas masivas. Una antigua creencia turca refiere que los djinns o genios protectores invisibles velan por su integridad protegiendo sus frutos. 

 Santuario de Eyüp
Desde la animada plaza Taksim había un bus directo que me llevaría hasta Eyüp. Eyüp recibe el nombre de Ayyub, compañero de Mahoma y que llegó a la ciudad entre los años 663 y 667 donde murió y fue enterrado. Cuando los turcos conquistaron Costantinopla  Mehmed II encontró milagrosamente aquí su tumba señalando su emplazamiento con dos plátanos. Luego ordenó construir un mausoleo y una mezquita en su honor, la más antigua de la ciudad.

Mezquita de Eyüp.  
Estaba muy nublado y las nubes casi parecían hacer juego con el tono grisáceo de la caliza estambuleña. Bandadas de pájaros sobrevolaban y parecían dirigirse a las empinadas colinas de los alrededores donde empezaban a divisarse escalonadamente las tumbas del enorme cementerio en el que los difuntos desde hace siglos se afanan por descansar eternamente cerca del santo Eyüp. 

Uno de los dos plátanos que según la tradición, indican la tumba de Eyüp

Un teleférico me elevó al encantador café-mirador llamado Pierre Loti en honor a Eyüp,
donde el escritor residió y contemplaba los míticos amaneceres y atardeceres a orillas del Cuerno de Oro. De Loti ya había leído su “Viaje a Marruecos” sabiendo de su exotismo impresionista de principios de siglo XX así como de sus diarios y memorias de Japón, Tahití, Pekín o Senegal.  
Pero la portada de Aziyadé en una pequeña librería, terminó llamándome la atención. Ya en España, leída Aziyadé, me transporta al Eyüp a principios del siglo XX, donde Loti vivió su primera gran historia de amor entre 1876-1877 que luego noveló. Entre el enclave que él vio, diferente al que conocí, recuerdo mis pasos y me acerco a los suyos.


 
Café Pierre Loti en Eyüp

La novela, casi autobiografía personal de su juventud en Estambul entremezcla retazos de diarios, paisajes impresionistas de palabras y escenas costumbristas como las tardes de café con narguile bajo los plataneros, las explanadas junto el palacio del sultán, el teatro de sombras chinescas y las travesías en barquillas por el Cuerno de Oro contemplando rosados amaneceres de palacios y mezquitas.
Escenas que envuelven sus amoríos con Aziyadé (en realidad Hakidjé); una jovencísima circasiana musulmana que conoció en Salónica y que vivía en un harén del barrio bizantino de Estambul. 
Loti fue poco a poco aculturándose, adaptándose al modo de vida de la ciudad, e incluso se disfrazó de turco para camuflarse bajo el pseudónimo de Arif Efendi. “Vivo en uno de los más hermosos países del mundo y mi libertad es ilimitada” (…)Muchas pobres gentes vivirían un año con las impresiones y peripecias de uno solo de mis días(…)


Entre idas y venidas como oficial de la armada a su buque británico (en verdad francés), se instaló en una casa de Eyüp rodeándose de dos entrañables amigos que le ayudaron a gestionar citas clandestinas con su jovencísima amada. 
Su fugaz y tortuoso romance convertido en desafío, exprimía cada noche tal y como refiere: De aquí a allá el olvido completo del mundo y de la vida: un sólo y mismo beso comienza por la noche y dura hasta por la mañana; (…) “Yo admiraba a mi amante. Yo me apoderaba en la última hora de sus rasgos amados para fijarlos en mi recuerdo. (...)Y este sueño insensato se imponía a mi espíritu: olvidarlo todo y quedarme con ella hasta la fría hora del desencanto o de la muerte”. 

Aziyadé dibujada por Pierre Loti
Llegó el momento de la despedida y de retorno a su buque en un clima prebélico antes de de que los rusos dominaran Estambul. Aziyadé que no sabía escribir ni leer pidió los servicios de un escribano intermediario a fin de enviarle cartas a Loti. 
Loti recibió noticias de que el propietario de Aziyadé, el viejo Abbedín, sospechó de su infidelidad y acabó encerrándola en un cuarto, apartada del resto del harén. Allí  murió de pena. 
No demasiado tiempo después, Loti regresó y halló Estambul entre cenizas descubriendo  la lápida de la joven. Abatido y entristecido, terminó alistándose en el ejército turco, y desertó de la marina inglesa para fenecer en la última batalla de Kars.
Muerto su personaje y de vuelta a Francia, Loti se encerró en su casa de Rochefort para escribir sus memorias. Lo hizo en una dependencia que decoró con las pertenencias que compartió con Aziyadé en Eyüp. Preso de la melancolía y sumido en un inmenso dolor decidió liberarse de él a través de esta obra, la primera que escribía y que en un principio no suscitó demasiado interés. Publicada sin su nombre y un año después de la muerte de su amada, la novela Aziyadé se hizo muy conocida en Francia lanzándole al estrellato. 

   Pierre Loti en su salón turco de Rochefort.
Pierre Loti ante la tumba de Aziyadé
Trascurrieron así años y décadas pero a pesar de que a lo largo de su vida Loti siguió gozando de amores fortuitos conyugales y extraconyugales, no olvidó nunca Estambul  y cada vez que regresaba la tumba de Aziyadé se convirtió como si fuera La Meca, en su lugar sagrado de culto y peregrinaje.

©Virginia Luque Gallegos. Todos los derechos reservados. Citar el blog si se toma como referencia. 

lunes, 15 de julio de 2019

El mal de África


He de advertir de entrada que el mal de África, no se trata de ninguna enfermedad ni terrible padecimiento, sino de un estado emocional que los viajeros experimentan cuando visitan el continente negro y les incita a regresar constantemente.
Pero antes de relatar la historia de dos personajes afectados por este síntoma que conocí en dos momentos y lugares distintos, describiré cómo comenzó aquel 24 de Julio de 2012 en Asilah.

“Viajar a Marruecos en Ramadán es cambiar la noche por el día”, me decía un tendero de la medina de Asilah. Y realmente, la luz, el bullicio de tiendas y mercados comienza una vez que las sirenas advierten el ocaso y anuncian la ruptura del ayuno.

De Asilah tomé rumbo a Larache, a unos 40 Kms. Iba apretujada, en los conocidos taxis colectivos, “mercedes benz” color crema, antiguos pero resistentes y duros a prueba de choques. El trayecto, bastante ameno bajo los sones de música magrebí, discurría por carreteras secundarias salpicadas por hileras de alcornocales y álamos.

Disputada por portugueses y españoles, Larache se convirtió a principios del siglo XX en una de las ciudades del protectorado español cuyo plan de ensanche en torno a la ovoidal plaza de la liberación sirve de punto de partida a un trazado de calles en abanico. Elegantes edificios proyectados por arquitectos hispanos como el mercado, el hotel Oriente, o el hotel España conjugan el característico eclecticismo, orientalismo, art dèco y racionalismo de principios de siglo el Norte de Marruecos.


     Plaza de la Liberación o de España en Larache. 
 Un interesante ejemplo del urbanismo del protectorado español

Pues bien, en la cafetería del hotel España, me topé con uno de tantos caminantes, viajeros con los inesperadamente a veces se inicia una conversación.
Septuagenario, con camisa hawayana y pinta indudable de aventurero francés, Charles, que así se presentó, llevaba escrito en sus ojos el África más profunda. Pronto iniciamos una fácil charla que me hizo desplazar desde París, a Togo, Mauritania y Mali.

Desde Auxerre llegó a cruzar con su coche, varias veces el Sáhara atravesando Mauritania, Túnez y Argelia. Y su vida, dedicada al comercio le había permitido estar en continuo movimiento por casi todo el mundo. Contaba que en sus periplos llegó a encontrarse a un anciano inglés que peregrinaba por el desierto a pie.
Su modus vivendi le llevó a fijar residencia en varios países del África Subsahariana. Y aquel día comprendí como el viejo y misterioso continente se había convertido, en un mundo de mundos, en una liberación y en una peregrinación constante.
No menos curiosa era su tarjeta de visita. Decía: “Charles Internacional”, y tenía seis números de teléfono de varios países: Togo, Camerún, Francia, Mali y Burkina Fasso, sus patrias para las que la distancia no eran obstáculo sino una forma de vida exprimida al máximo y donde en cada una de ellas conservaba sus amores. Un alegato contra convencionalismos y un ejemplo de una existencia plena y libre.

A Ted  le conocí ese misma tarde de vuelta a Asilah. Ted no conocía a Charles, pero los he querido unir en esta historia, ya que a ambos sólo les separaban unas horas y cuarenta kilómetros en mi concepto de espacio-tiempo. Es decir, no hacía ni medio día que me encontré con Charles en aquel café de Larache cuando esa misma noche me crucé con Ted junto a la medina de Asilah.


Una de las artísticas fachadas en la medina de Asilah

De pronto se entabló una conversación inesperada en español ya que Ted venía de Cataluña. Y enseguida pude contemplar que su mirada tenía aquella luz permanente que me recordó a Charles. Ted era mucho más joven y apenas cruzamos algunas palabras comenzó a hablarme de Conakry (Guinea Bissau) mientras sus ojos destellaban un brillo especial.
Era como si África hubiera quedado dibujada en el iris de ambos, acelerando palabras y emociones a medida en la que iban desgranándose sus vivencias. Tenía ante mi el llamado mal de África” que descubrí en el norte del continente. Y de repente, pensé si yo también sufría ese síndrome que me hacía cruzar tantas veces el estrecho a pesar de no haber llegado a latitudes tan meridionales.

Pero la dura realidad de Ted era muy diferente a la de Charles. Ted era un superviviente, un español con pasaporte de turista que en realidad se buscaba la vida en Marruecos a modo de emigrante ilegal
Ted era una víctima cercana de la grave crisis que asola España. Sobrevivía por las calles de Asilah captando a turistas europeos para trasladarlos de un punto a otro de Marruecos y conseguir así unos honorarios con su furgoneta. Su subsidio de desempleo ya expirado no le daba otra opción, ya que con más de cincuenta años, la costa catalana prefiere mano de obra barata, joven e inmigrante.
Así que cansado de que en nuestro país no le dieran ninguna otra opción, deambulaba de turista en turista por el norte de Marruecos, con una red de socios locales que con artes de persuasión y fácil conexión les permitía generar una clientela en varios puntos. Y de este modo enmascaraba su actividad para no hacerla tan evidente a la par que evitaba la competencia que pudiera darse con el gremio de taxistas colectivos.
España y la crisis habían convertido en Ted en un trabajador clandestino pero legítimo fuera de su país, haciendo lo que mejor sabe hacer. Destilar conocimiento, cercanía y simpatía en sus traslados y ofrecer 7000 kms por África Subsahariana. Un curioso recorrido por sus gentes, su geografía, su paisaje y sus vivencias.

Me llevo de él una humildísima tarjeta de visita. Un trocito de papel que dice: “Viaje a Afrika: Barcelona-Conakry. 5 países, 7000 kms, 22 días". Como también me llevo de Charles lo que ahora entiendo como síndrome o mal de África. Una actitud ante la vida, un estado de translocación permanente y un retorno al continente donde la humanidad surgió.


martes, 14 de agosto de 2018

Memorias de Asilah

Vuelvo de unos días de retiro en Asilah (Norte de Marruecos), más propios del bullicio del mes de Ramadán donde caminar, encontrar cafés y sitio en las playas urbanas se hace difícil ante un enorme gentío llegado de todas partes del país. 
Siempre que regreso a Marruecos me encuentro con sorpresas inesperadas pero no creía que en Asilah pudiera toparme con dos mausoleos de dos andalusíes cuya biografía desconocemos y que por el momento disponemos de información oral. 
Se trata de Sidi Tayib al-Bakali y Sidi Abi al-qanadilí (el de los candiles). Dos de tantos hombres piadosos peninsulares medievales cuyas buenas obras, tumbas y recuerdos pululan por doquier en el Magreb.
Conseguí mi objetivo, entrar al Palacio de Raisouli. Subí a la torre de los portugueses (no visitable) cuyo ayuntamiento persigue una futura puesta en valor y lo más importante, mantuve gratas conversaciones con las gentes de la medina, por el momento mi medina marítima favorita de todo Marruecos.

Palacio Raisouli. Asilah
Calle interior Palacio Raisuli. Antiguos calabozos.
La revitalización y transformación de la medina se debe al ministro y alcalde de Asilah, Benaissa, que propició el festival de las artes. Éste viene celebrándose desde 1978 y ha ido involucrando a artistas, artesanos y ciudadanos en la rehabilitación de sus calles, edificios, dinamizándola y dejando hermosas y efímeras creaciones en sus muros, puertas, pavimentos y fachadas con intervenciones y atmósferas únicas y cambiantes.
En una de sus calles me atrapó la cálida y suave voz de un joven que cantaba por el grupo de rock andaluz Medina Azahara e interpretaba un tema de un cantautor argelino que todavía hoy no consigo localizar por las redes.

Cantante de la medina de Asilah
Pintura naïf. Tienda artística de la medina de Asilah.
Cómo no recordar a un vendedor de souvenirs, con el que me paraba todos los días y me hablaba de las costumbres perdidas de Asilah, de las familias españolas que hace unos cincuenta años se fueron yendo. Me llevo de él su simpatía y tres regalos.
También hallé en mi última incursión por la pequeña y pintoresca medina, una tienda de anticuario de un valor incalculable.
Dos guías de oraciones de bolsillo del siglo XIX llamaron mi atención. 
Enfundadas en cuero trabajado, sus hojas de pergamino reproducían miniaturas que evocaban los códices medievales. Evidentemente eran piezas de museo cuyo precio sólo es posible para quienes subasten e inviertan en obras de arte. Joyas bereberes, máscaras africanas, y otras piezas resultaban también muy atrayentes.


Buraq. Pieza de una tienda de antigüedades. Medina de Asilah.
Una pequeña representación en bronce de Buraq, (البراق) me invitó a sostenerla. Su técnica e iconografía recordaba a formas zoomórficas andalusíes de los leones de la Alhambra y la decoración vegetal de su cuerpo a los cervatillos de Madinat al-Zahra, tanto los españoles de los museos arqueológicos de Córdoba, Madrid como el de Qatar. 
Buraq es un animal mitológico, semejante a un caballo o un híbrido y aparece vinculado a Mahoma por ser según la tradición islámica quien trasladó al profeta de la tierra al cielo en un viaje nocturno. 
Cuando el arcangel Gabriel se le apareció, limpió su corazón con agua bendita. Luego,  Buraq le transportó a la velocidad de la luz a los siete cielos para recibir la revelación de Allah trasladada después al Corán.
De todo ello Aziz, el anticuario, me hablaba mientras yo sostenía esta hermosa reproducción de principios de siglo XX. Había otras representaciones de Buraq sin cabeza. Más felinos, pequeños y estilizados poniéndose así en entredicho que el arte islámico no es tan antifigurativo como se suele creer. 
Pero no sólo Aziz atesoraba patrimonio islámico sino sefardí. 
Nos mostró hanukiyas,  azulejos, cerámicas de casas de la mellah de Fez cuyos inquilinos abandonaron y entre cuyas ruinas se hallaron hasta ejemplares de la revista Sefarad. 

Revista Sefarad hallada en una casa sefardí de Fez. 
Placa labrada con la estrella de David procedente de una antigua casa sefardí en Fez.
No quisiera cerrar mis impresiones de aquellos días sin mencionar a Tawfiq Louzari quien el destino puso en nuestro camino. Me asombra su amor, entrega, abnegación y compromiso por Asilah, tanto que me provoca envidia sana por el ejemplo que podría dar a muchos de nuestros concejales y alcaldes.
Tawfiq es el primer teniente alcalde de Asilah a la que se dedica en cuerpo y alma. 
Hace verdaderos malabares para impulsar el desarrollo de un municipio de 35.000 habitantes (200.000 en verano) donde la centralización administrativa, la burocracia, la escasez presupuestaria y la propia legislación, ponen las cosas muy difíciles. 
Atiende con cariño a muchos ciudadanos que aguarda haciendo todo lo que está en su mano y saltando cientos de obstáculos para superar dificultades.




Desde aquí, la otra orilla, Tawfiq, te deseo todo lo mejor. Fue un placer conocerte y te agradezco enormemente haberme sumergido en la Asilah diaria, con sus retos, inconvenientes y desafíos. La Asilah que visito no como turista sino como analista de su pasado y su presente.

Con sus puestas de sol de infinitos horizontes, el rumor de sus olas, la blancura de sus calles, la humildad y sonrisa de sus gentes, las gratas palabras, el espíritu de las artes. 
Asilah queda y seguirá quedando en mi memoria.


©Virginia Luque Gallegos. Todos los derechos reservados. Citar el blog si se toma como referencia.